Doble o Nada
Mostrar Yow
Capítulo Uno — Dexin
Desembarcó en el puerto de Hulbury al mediodía, y sintió un pinchazo de nostalgia cuando despidió al ferry que lo trajo desde Castelia. Tiempo atrás estuvo en una situación similar, esa noche en que el crucero rumbo a Lumiose partió de Aiwass y dejó marchar como un idiota a la chica más sensacional que había conocido. Tampoco podia decir que le fuera tan mal. Había superado su trauma con las embarcaciones (hasta cierto punto), y empezaba a cosechar un (modesto) éxito como actor. La vida le sonreía, y él trataba de sonreírle de vuelta.
Entonces, ¿qué hacía en un sitio como Galar?
Todo comenzó con una carta. Cuándo leyó el nombre del remitente, creyó que se trataba de una broma, pues nadie había visto a ese sujeto en años y Legis incluso dudaba que supiera leer y escribir, pero la curiosidad fue más fuente, y cuando empezó a leer tuvo que aceptar su autenticidad. La carta decía cosas que sólo ellos dos sabían, y además lo instaba a viajar a la región de Galar por "un asunto de vida o muerte". Ellos nunca habían sido amigos, así que tras meditar su decisión por un par de segundos tiró la misiva a la basura y se olvidó de todo ello hasta que recibió una segunda carta, esta vez de parte de su amigo el arqueólogo: Darent Takamori. Lo mismo que la anterior: "un asunto de vida o muerte", y mientras se preguntaba por qué todo el mundo sentía una repentina inclinación por el correo tradicional, recibió una llamada de su agente que le había conseguido una gran oportunidad de filmar algo en esa tierra con una estrella local. Y antes de que pudiera asimilarlo, se encontró a sí mismo haciendo las maletas.
Alguien tiraba de su manga. Bajo la vista y se encontró con su adorada lilligant. Había crecido un par de centímetros desde lo ocurrido en Aiwass, pero seguía sin emitir un solo sonido.
—Tienes razón, Lilly. Vamos a la aduana y luego a comer algo.
Cuando arribó a Cirse años atrás, se saltó todos los trámites de registro y por eso acabó envuelto en una guerra civil. No quería pasar por lo mismo dos veces, así que acudió a las oficinas como un buen ciudadano sólo para llevarse un disgusto diferente.
—¿Que no puedo qué?
—Por disposición oficial, el ingreso a país con especies pokémon que no figuren en el índice regional está estrictamente prohibido —recitó la señorita con un tono tan amable como mecánico.
—Déjame ver esa lista —pidió, y le entregaron un folleto que empezó a leer— ¡Debe ser una broma!
—Tenemos una terminal conectada al servicio de almacenamiento para que deposite los pokémon que no cumplan con la normativa, pero por ningún motivo pueden dejar este recinto.
Eso era imposible. Sus pokémon odiaban el cautiverio, y ya bastantes problemas daba tenerlos en pokéballs. Tenía que pensar en algo más. Se fijó nuevamente en la oficinista: era linda, sí, de cabello y ojos castaños, y parecía un poco mayor que él. Notó también que lo miraba con interés.
—¿No hay otra forma? —preguntó con la mejor de sus sonrisas—. Tengo una audición en media hora y no puedo llegar tarde.
—¿Eres actor? Nunca te había visto —preguntó divertida. Eso le dolió, pero trató de disimular.
—No soy de por aquí, pero prometo que vas a verme más a menudo. —Le guiñó un ojo y ella rio, probablemente sin creerle ni una palabra.
—No hay ningún problema. Puedes dejarlos en el servidor y trasferirlos a otro lugar más tarde.
Dio un vistazo a ese feo PC con ese feo cartel que decía "Home". No le gustaba ni la idea ni tener que hacer fila.
—Es que no puedo esperar tanto, ¿me puedes ayudar? —la miró a los ojos, tan zalamero como podía ser— ¿Un favor de una amiga a un amigo?
—¿Desde cuándo somos amigos? —esta vez fue ella quien sonrió.
—Nunca es tarde para empezar —se inclinó sobre el mostrador—, ¿A qué hora termina tu turno?
—Lo siento. No puedes salir de aquí con tus pokémon —respondió sin alterar un ápice su expresión.
—¡Bien! —Volvió a revisar la lista. Lilly, Nina, Miles, Jumpeon y Firo debían quedarse en la aduana. Tomó cuatro pokéballs de su bolsillo y las guardó en la mochila de Lilly. Luego empezó a redactar un mensaje en su móvil —. Mi agente vendrá en unas horas, ella sabrá qué hacer. Mientras tanto cuida a los demás —mostró la pokéball restante a la recepcionista— Sólo me llevo a mi Kommo-o. ¿Está bien?
—Por cierto, salgo a las 7. —Le escuchó decir mientras se alejaba.
—¡Tengo novia!
—¿De veras? —rio en voz alta. Se la estaba pasando bien a costa suya. "¿De veras?", él creía que sí. Esperaba que sí.
Salió a la calle con más dudas de las que quería admitir, pero trató de apartar esos pensamientos de su mente. Hilburg era más una grande para ser un pueblo y demasiado pequeño para ser una ciudad, pero también era el lugar más barato para desembarcar, y su agente era muy estricta con eso. De cualquier modo, había acordado con Daren que se verían en aquel sitio, así que buscó un modo de matar el tiempo. Había un pokémon ave con cara enojada que, supuestamente, ofrecía servicios de transporte, pero le pareció demasiado sospechoso. Pasó cerca de un restaurante de comida marítima, pero tampoco quería comer solo Recorrió el puerto y se entretuvo un rato mirando las feas estatuas a lado del faro. Por último, notó el gimnasio pokémon, de tipo Agua como el de su hermana. Había pasado mucho tiempo desde su última batalla, ¿no?
Más que un gimnasio, parecía un estadio por fuera. Empezó a emocionarse, y decidió que no perdía nada por probar. Pero justo cuando llegó a la puerta, dos sujetos le bloquearon el paso.
—Cerrado —espetó uno de ellos. Legis les dedicó una mirada apreciativa. Ropa de cuero sintético, el cabello sometido a una indecente cantidad de fijador, pintura fluorescente en la cara y altavoces, banderines y demás mercancía barata. Saltaba a la vista su nulo sentido de la moda, así como el hecho de que no eran personal del lugar.
—Vengo a retar al líder.
—Que te pierdas, ¿No entiendes? —repitió el más alto, y el otro secundó sus palabras.
—Nuestra Marnie está aplastando a la líder de gimnasio. Nadie puede interrumpirla. —Y como si lo hubieran ensayado, chocaron los torsos y gritaron al unísono— ¡MARNIE, LA MEJOR!
Mientras se cubría los oídos, se fijó nuevamente en ellos. En su parafernalia se exhibía la imagen de una chica malencarada de cabello negro. Supuso que ella era la tal Marnie, que de algún modo le resultaba familiar. Meditó su situación. Aquellos raritos no le gustaban, pero tampoco quería empezar una pelea de la nada. Había decidido volver más tarde cuando escucharon unos gritos provenientes del estadio
—¡ALTO AHÍ! —Las puertas se abrieron de golpe y dieron paso a un sujeto con las mismas pintas que los otros dos, pero parecía mayor y su semblante era siniestro. Vio a sus comoañeros, confundido, y echó a correr. Segundos después, un guardia de seguridad salió tras él.
—¡Atacó a la líder de gimnasio! ¡Policía!
Pensar nunca había sido su fuerte, así que no lo hizo. En su lugar, persiguió al bandido por la calle hasta que logró arrinconarlo en el puerto.
—Estás atrapado.
—¡Fuera de mi camino! —rugió esgrimiendo una ocasoball. Legis le sonrió.
—Bueno, hagamos nuestra buena acción del día. —Sacó la pokéball de su bolsillo y le dio un beso antes de lanzarla—¡Tact!
El dragón-lucha era su pokémon más fuerte (o casi). Encargarse de un par de bandidos no le supondría ningún problema. O al menos así debían ser las cosas. Cuando la esfera se abrió, lo que salió de ella fue una pequeña bola de plumas amarillas.
—Kuee!
—¿Firo?
Era demasiado extraño. En el sitio en el que debía haber un imponente dragón guerrero, danzaba un pequeño polluelo de torchic. El sujeto que había tratado de detener se rio en su cara.
—¿Es lo mejor que tienes? ¡Acaba con él, Linoone!
Liberó a su propio compañero. Una especie de roedor, mustélido o algo así que parecía pasado por ácido. Tenía una expresión violenta en su hocico, y en cuanto vio Firo se lanzó tras ella. Legis empezó a temblar, y eso acrecentó la confianza de su oponente.
—¡Tajo Umbrío!
Legis confiaba en Tact. No sólo se había desempeñado excelentemente en Aiwass, sino que era dócil y confiaba plenamente en sus órdenes. Firo, la torchic, era una historia completamente diferente, y sólo podía rezar mientras ese descuidado linoone osaba atacarla.
—Kuee!
La pequeña ave de fuego exhaló una llamarada con forma de estrella que chamuscó a su insensato adversario. Pero luego de ello, envolvió su plumaje en brasas y lo embistió con fuerza.
—¡No, la nitrocarga no! ¡Mala Firo!
—Kuee! —se quejó, pero continuó cargando contra el pokémon y cuando se aburrió de él, empezó a picotear al bandido. Las personas se reunían a su alrededor, y vio entre ellos acercarse a una joven de piel morena que se sujetaba el hombro. Un hilo de sangre manaba por su brazo, y Legis dedujo que se trataba de la líder.
—Bien. Eso es todo, ¡Firo, ya basta! —se volvió hacia la líder— Todo está bien, atrapamos al criminal.
Pero cuando ella le devolvió la mirada con los ojos desorbitados, supo que algo iba mal.
—¡3312! ¡Tenemos un 3312! ¡Código Negro! —gritó—. ¡Violación la la ley de regulación de especies!
Los curiosos se dispersaron como si se tratara de una plaga. Escuchó las sirenas de las patrullas que lo tenían rodeado.
—¿Qué? ¿QUÉ? No, no, esto es un error, yo soy el bueno aquí…
—¡Devuelva el pokémon a su ball y ponga las manos en el suelo! —gritó el oficial mientras le apuntaba. Eran demasiado absurdos con esa ley, al grado de priorizar su captura sobre la del atacante de una figura pública, pero Legis decidió que no valía la pena arriesgarse.
—Bien, está bien. Firo, regresa…
Apuntó la pokéball hacia ella, pero la torchic tenía otros planes y evadió el rayo con ligereza. Entonces, con la energía y euforia que le daban seis nitrocargas, empezó a lanzar llamaradas al aire completamente ajena al peligro.
—¡Firo, basta!
En su pequeño cerebro de ave, debió interpretar sus palabras como "Patada Salto Alta" porque fue justo lo que hizo sobre una de las dos estatuas, decapitándola en el proceso y dejándola un poco más fea en el proceso, pero no tanto como su situación.
El oficial liberó un extraño cuervo de acero negro. Había escuchado que eran medios de transporte, pero no tenía ganas de que lo transportara a la comisaría así que tomó a la torchic entre sus manos y echó a correr con todas sus fuerzas.
Así empezaba su travesía por la región de Galar. No era el peor inicio que había tenido en una region, pero tampoco imaginaba lo que le esperaba.
Entonces, ¿qué hacía en un sitio como Galar?
Todo comenzó con una carta. Cuándo leyó el nombre del remitente, creyó que se trataba de una broma, pues nadie había visto a ese sujeto en años y Legis incluso dudaba que supiera leer y escribir, pero la curiosidad fue más fuente, y cuando empezó a leer tuvo que aceptar su autenticidad. La carta decía cosas que sólo ellos dos sabían, y además lo instaba a viajar a la región de Galar por "un asunto de vida o muerte". Ellos nunca habían sido amigos, así que tras meditar su decisión por un par de segundos tiró la misiva a la basura y se olvidó de todo ello hasta que recibió una segunda carta, esta vez de parte de su amigo el arqueólogo: Darent Takamori. Lo mismo que la anterior: "un asunto de vida o muerte", y mientras se preguntaba por qué todo el mundo sentía una repentina inclinación por el correo tradicional, recibió una llamada de su agente que le había conseguido una gran oportunidad de filmar algo en esa tierra con una estrella local. Y antes de que pudiera asimilarlo, se encontró a sí mismo haciendo las maletas.
Alguien tiraba de su manga. Bajo la vista y se encontró con su adorada lilligant. Había crecido un par de centímetros desde lo ocurrido en Aiwass, pero seguía sin emitir un solo sonido.
—Tienes razón, Lilly. Vamos a la aduana y luego a comer algo.
Cuando arribó a Cirse años atrás, se saltó todos los trámites de registro y por eso acabó envuelto en una guerra civil. No quería pasar por lo mismo dos veces, así que acudió a las oficinas como un buen ciudadano sólo para llevarse un disgusto diferente.
—¿Que no puedo qué?
—Por disposición oficial, el ingreso a país con especies pokémon que no figuren en el índice regional está estrictamente prohibido —recitó la señorita con un tono tan amable como mecánico.
—Déjame ver esa lista —pidió, y le entregaron un folleto que empezó a leer— ¡Debe ser una broma!
—Tenemos una terminal conectada al servicio de almacenamiento para que deposite los pokémon que no cumplan con la normativa, pero por ningún motivo pueden dejar este recinto.
Eso era imposible. Sus pokémon odiaban el cautiverio, y ya bastantes problemas daba tenerlos en pokéballs. Tenía que pensar en algo más. Se fijó nuevamente en la oficinista: era linda, sí, de cabello y ojos castaños, y parecía un poco mayor que él. Notó también que lo miraba con interés.
—¿No hay otra forma? —preguntó con la mejor de sus sonrisas—. Tengo una audición en media hora y no puedo llegar tarde.
—¿Eres actor? Nunca te había visto —preguntó divertida. Eso le dolió, pero trató de disimular.
—No soy de por aquí, pero prometo que vas a verme más a menudo. —Le guiñó un ojo y ella rio, probablemente sin creerle ni una palabra.
—No hay ningún problema. Puedes dejarlos en el servidor y trasferirlos a otro lugar más tarde.
Dio un vistazo a ese feo PC con ese feo cartel que decía "Home". No le gustaba ni la idea ni tener que hacer fila.
—Es que no puedo esperar tanto, ¿me puedes ayudar? —la miró a los ojos, tan zalamero como podía ser— ¿Un favor de una amiga a un amigo?
—¿Desde cuándo somos amigos? —esta vez fue ella quien sonrió.
—Nunca es tarde para empezar —se inclinó sobre el mostrador—, ¿A qué hora termina tu turno?
—Lo siento. No puedes salir de aquí con tus pokémon —respondió sin alterar un ápice su expresión.
—¡Bien! —Volvió a revisar la lista. Lilly, Nina, Miles, Jumpeon y Firo debían quedarse en la aduana. Tomó cuatro pokéballs de su bolsillo y las guardó en la mochila de Lilly. Luego empezó a redactar un mensaje en su móvil —. Mi agente vendrá en unas horas, ella sabrá qué hacer. Mientras tanto cuida a los demás —mostró la pokéball restante a la recepcionista— Sólo me llevo a mi Kommo-o. ¿Está bien?
—Por cierto, salgo a las 7. —Le escuchó decir mientras se alejaba.
—¡Tengo novia!
—¿De veras? —rio en voz alta. Se la estaba pasando bien a costa suya. "¿De veras?", él creía que sí. Esperaba que sí.
Salió a la calle con más dudas de las que quería admitir, pero trató de apartar esos pensamientos de su mente. Hilburg era más una grande para ser un pueblo y demasiado pequeño para ser una ciudad, pero también era el lugar más barato para desembarcar, y su agente era muy estricta con eso. De cualquier modo, había acordado con Daren que se verían en aquel sitio, así que buscó un modo de matar el tiempo. Había un pokémon ave con cara enojada que, supuestamente, ofrecía servicios de transporte, pero le pareció demasiado sospechoso. Pasó cerca de un restaurante de comida marítima, pero tampoco quería comer solo Recorrió el puerto y se entretuvo un rato mirando las feas estatuas a lado del faro. Por último, notó el gimnasio pokémon, de tipo Agua como el de su hermana. Había pasado mucho tiempo desde su última batalla, ¿no?
Más que un gimnasio, parecía un estadio por fuera. Empezó a emocionarse, y decidió que no perdía nada por probar. Pero justo cuando llegó a la puerta, dos sujetos le bloquearon el paso.
—Cerrado —espetó uno de ellos. Legis les dedicó una mirada apreciativa. Ropa de cuero sintético, el cabello sometido a una indecente cantidad de fijador, pintura fluorescente en la cara y altavoces, banderines y demás mercancía barata. Saltaba a la vista su nulo sentido de la moda, así como el hecho de que no eran personal del lugar.
—Vengo a retar al líder.
—Que te pierdas, ¿No entiendes? —repitió el más alto, y el otro secundó sus palabras.
—Nuestra Marnie está aplastando a la líder de gimnasio. Nadie puede interrumpirla. —Y como si lo hubieran ensayado, chocaron los torsos y gritaron al unísono— ¡MARNIE, LA MEJOR!
Mientras se cubría los oídos, se fijó nuevamente en ellos. En su parafernalia se exhibía la imagen de una chica malencarada de cabello negro. Supuso que ella era la tal Marnie, que de algún modo le resultaba familiar. Meditó su situación. Aquellos raritos no le gustaban, pero tampoco quería empezar una pelea de la nada. Había decidido volver más tarde cuando escucharon unos gritos provenientes del estadio
—¡ALTO AHÍ! —Las puertas se abrieron de golpe y dieron paso a un sujeto con las mismas pintas que los otros dos, pero parecía mayor y su semblante era siniestro. Vio a sus comoañeros, confundido, y echó a correr. Segundos después, un guardia de seguridad salió tras él.
—¡Atacó a la líder de gimnasio! ¡Policía!
Pensar nunca había sido su fuerte, así que no lo hizo. En su lugar, persiguió al bandido por la calle hasta que logró arrinconarlo en el puerto.
—Estás atrapado.
—¡Fuera de mi camino! —rugió esgrimiendo una ocasoball. Legis le sonrió.
—Bueno, hagamos nuestra buena acción del día. —Sacó la pokéball de su bolsillo y le dio un beso antes de lanzarla—¡Tact!
El dragón-lucha era su pokémon más fuerte (o casi). Encargarse de un par de bandidos no le supondría ningún problema. O al menos así debían ser las cosas. Cuando la esfera se abrió, lo que salió de ella fue una pequeña bola de plumas amarillas.
—Kuee!
—¿Firo?
Era demasiado extraño. En el sitio en el que debía haber un imponente dragón guerrero, danzaba un pequeño polluelo de torchic. El sujeto que había tratado de detener se rio en su cara.
—¿Es lo mejor que tienes? ¡Acaba con él, Linoone!
Liberó a su propio compañero. Una especie de roedor, mustélido o algo así que parecía pasado por ácido. Tenía una expresión violenta en su hocico, y en cuanto vio Firo se lanzó tras ella. Legis empezó a temblar, y eso acrecentó la confianza de su oponente.
—¡Tajo Umbrío!
Legis confiaba en Tact. No sólo se había desempeñado excelentemente en Aiwass, sino que era dócil y confiaba plenamente en sus órdenes. Firo, la torchic, era una historia completamente diferente, y sólo podía rezar mientras ese descuidado linoone osaba atacarla.
—Kuee!
La pequeña ave de fuego exhaló una llamarada con forma de estrella que chamuscó a su insensato adversario. Pero luego de ello, envolvió su plumaje en brasas y lo embistió con fuerza.
—¡No, la nitrocarga no! ¡Mala Firo!
—Kuee! —se quejó, pero continuó cargando contra el pokémon y cuando se aburrió de él, empezó a picotear al bandido. Las personas se reunían a su alrededor, y vio entre ellos acercarse a una joven de piel morena que se sujetaba el hombro. Un hilo de sangre manaba por su brazo, y Legis dedujo que se trataba de la líder.
—Bien. Eso es todo, ¡Firo, ya basta! —se volvió hacia la líder— Todo está bien, atrapamos al criminal.
Pero cuando ella le devolvió la mirada con los ojos desorbitados, supo que algo iba mal.
—¡3312! ¡Tenemos un 3312! ¡Código Negro! —gritó—. ¡Violación la la ley de regulación de especies!
Los curiosos se dispersaron como si se tratara de una plaga. Escuchó las sirenas de las patrullas que lo tenían rodeado.
—¿Qué? ¿QUÉ? No, no, esto es un error, yo soy el bueno aquí…
—¡Devuelva el pokémon a su ball y ponga las manos en el suelo! —gritó el oficial mientras le apuntaba. Eran demasiado absurdos con esa ley, al grado de priorizar su captura sobre la del atacante de una figura pública, pero Legis decidió que no valía la pena arriesgarse.
—Bien, está bien. Firo, regresa…
Apuntó la pokéball hacia ella, pero la torchic tenía otros planes y evadió el rayo con ligereza. Entonces, con la energía y euforia que le daban seis nitrocargas, empezó a lanzar llamaradas al aire completamente ajena al peligro.
—¡Firo, basta!
En su pequeño cerebro de ave, debió interpretar sus palabras como "Patada Salto Alta" porque fue justo lo que hizo sobre una de las dos estatuas, decapitándola en el proceso y dejándola un poco más fea en el proceso, pero no tanto como su situación.
El oficial liberó un extraño cuervo de acero negro. Había escuchado que eran medios de transporte, pero no tenía ganas de que lo transportara a la comisaría así que tomó a la torchic entre sus manos y echó a correr con todas sus fuerzas.
Así empezaba su travesía por la región de Galar. No era el peor inicio que había tenido en una region, pero tampoco imaginaba lo que le esperaba.
![[Imagen: UTOWGiU.jpg]](https://i.imgur.com/UTOWGiU.jpg)
≈