Oneshot- ¡Libre de preocupaciones!

ExtensiónOneshot
Extension larga
FranquiciaCoregames
GéneroSuspensoTerror
Resumen

La vida en el campo de Akala está libre de preocupaciones, mientras sepas escuchar las señales del viento

AdvertenciaViolenciaMutilaciones
#1
Al igual que el año pasado el relato está subido tal cual fue enviado a los jueces, así que esperen encontrar horrores y demás atrocidades ortrográficas por su camino LetalQQ Sin más que decir disfruten del relato que quedo de ¿5to o 6to lugar? ¡Te gane Pyro!

¡Libre de preocupaciones!


La noche ya había caído sobre el campo y la suave brisa nocturna mecía la maleza, cuando una silueta translucida comenzó a dibujarse en mitad de la vereda. Lentamente la forma de un hombre delgado y huesudo se hizo visible por el sendero polvoriento, mientras arrastraba sus pies desnudos por la tierra y ajustaba harapiento saco de yute a su espalda.

Los huesos crujieron por el movimiento y sus pies trastabillaron por el peso, pero no cedieron y, en cambio, aquellas larguiruchas extremidades, continuaron con su movimiento. Así el hombre prosiguió con su lento avance, mientras apretaba el agarre de sus huesudos dedos sobre la cuerda de mimbre, que ataba la boca de su preciada carga.

Mantuvo la cabeza baja y dejó que sus piernas lo guiaran por la oscuridad, así fue durante varios minutos, hasta que un aroma agradable fue traído por la brisa nocturna. Solo en ese momento detuvo su andar y levantó la vista.

Fijó sus ojos hundidos en el denso bosque de copas amarillas, al tiempo que el olor a azufre y ceniza se asentaba en el aire. Extendió una mano y pasó los dedos por la fina capa de polvo en las hojas de un arbusto cercano, hasta limpiar el residuo y manchar la piel pálida de sus manos.

Observó fascinado la suciedad, al tiempo que frotaba sus dedos entre sí, pero los huesos rechinaron y sus pies tropezaron, por lo que el hombre dejó lo que hacía y centró su vista en la vereda polvorienta. En silencio reafirmó el agarre de sus dedos en el mimbre, antes de retomar su caminata discreta, mientras tomaba distancia con aquel bosque y avanzaba sin rumbo por la noche.

Se mantuvo en movimiento por varios minutos o quizás horas, hasta que a un lado del camino se dibujó algo difuso. Rápidamente levantó la mirada y enfocó sus ojos en aquel lugar, solo para visualizar un tocón solitario a un lado del sendero.

Sus pasos vacilaron por un par de segundos, antes de que tomar un nuevo rumbo y avanzar sin prisa hacia el muñón de madera. Tomó asiento con silenciosa brusquedad y soltó un silbido pronunciado, mientras relajaba sus hombros y dejaba que la carga se deslizara.

El saco de yute golpeó con fuerza el suelo y la amarra de mimbre serpenteó por la tierra, mientras dejaba a la vista el siniestro contenido oculto entre la tela harapienta. Huesos de diferentes tamaños y estados se amontonaron de forma semi-ordenada alrededor de un cráneo blanquecino.

La calavera se estremeció, las cuencas se iluminaron y un par de brazos emergieron de entre los restos, mientras el dueño soltaba un pronunciado bostezo. El Marowak impulsó su cuerpo fuera de la cobertura ósea y golpeó el suelo con sus patas, antes de sacudir su cuerpo oscuro y frotar la frente de su cráneo.

El Pokémon observó receloso su entorno, solo para soltar un resoplido y buscar al desgarbado hombre junto a él. Los ojos hundidos se encontraron con los verdosos, antes de que el hombre frunciera los labios y soplara aire entre ellos.

Un silbido peculiar y extraño resonó por la silenciosa noche, tres notas musicales zumbaron por el aire y encantaron al Marowak, que palmeó sus patas entre sí. De un momento a otro el eco de una risa se escuchó a la lejanía y la pareja detuvo su intercambio, al tiempo que prestaban atención a la distancia.

El Marowak fijó su atención en el saco, tomó uno de los huesos más robustos y lo balanceó en el aire con gracia, antes de ir a esconderse en el bosque cercano. Mientras tanto el hombre permaneció indiferente en su lugar, al tiempo encorvaba su cuerpo hacia adelante y apoyaba sus huesudos codos en sus muslos flacos para cruzar los brazos entre las piernas abiertas.

Los ojos hundidos se enfocaron en las dos siluetas que se acercaban por el camino, un par de mujeres que se hicieron visibles en el horizonte. Se fijó en sus rostros, en sus expresiones, en las sonrisas, en las risas, en su andar, antes de entrecerrar los ojos y fruncir los labios.

Aquel peculiar silbido volvió a zumbar por la noche, la primera nota apenas tuvo reacción entre las dos féminas, pero la segunda silenció las voces y borró los gestos alegres. El tercero no había terminado de zumbar, cuando perdieron el color de sus rostros y detuvieron su andar.

Una de las integrantes observó nerviosa los alrededores, mientras que la otra lanzaba una Pokéball a sus pies. El hombre dejó de soplar y en cambio, miró receloso al Pokémon liberado, un canino de pelaje marrón, que emergió de la luz rojiza a solo unos de metros por delante de él

Apenas el pequeño Lillipup fue liberado, todo su puntiagudo pelaje se erizó y soltó un ladrido estrangulado, antes de que sus grandes ojos se encontraran con los hundidos. El hombre dejó que las comisuras de sus labios se alzaran, cuando el frágil Pokémon empezó a ladrar con nerviosismo en su dirección.

Sus ojos se curvaron al ver las expresiones confundidas de las entrenadoras, que intercalaban la mirada entre el canino y el sendero desierto, mientras lo miraban sin mirarlo.

― ¿Coffe, qué pasa? ― La dueña llamó al Pokémon con inquietud, al tiempo que daba un paso más cerca de él para agacharse ― Allí no hay…

El hombre frunció los labios y sopló una cuarta nota, que hizo que la mujer contara su frase y se paralizara en su posición agachada. Dientes amarillentos y torcidos se hicieron visibles, al ver los ojos castaños templar aterrados.

De un momento a otro la criadora se arrastró por el suelo y tomó en sus brazos al Lillipup aterrado, antes de retroceder y llevarse a su temblorosa amiga con ella. El hombre observó a la pareja correr de regreso por el sendero, antes de que su larguirucha forma se encorvara sobre sí misma.

Un ligero temblor sacudió el cuerpo esquelético, al tiempo que dejaba salir silbidos cortos y vacíos. No se detuvo, hasta que un golpe seco y un resoplido áspero resonaron de las sombras del bosque cercano.

El hombre paró cualquier acción de forma brusca y buscó en la oscuridad a su compañero, solo para notar cómo la atención de este se encontraba en el camino opuesto de la vereda. Volvió a acomodar su forma y siguió la vista del Marowak, hasta que sus ojos captaron otra silueta que se acercaba por el sendero.

Un granjero apareció pateando el camino, mientras tomaba de una pequeña botella y tarareaba una extraña melodía. El hombre examinó en silencio al recién llegado, antes de fruncir los labios y soplar al viento.

La primera nota zumbó por el aire, pero apenas fue notada por el individuo, que continuó cómo si nada con su tranquilo andar. La segunda nota retumbó y, al igual que la primera, se ignoró.

La tercera nota estaba sonando, cuando el granjero parpadeó. Miró lentamente a su alrededor, antes de encogerse de hombros y tomar otro trago de la botella en sus manos.

El hombre levantó los codos y, en cambio, apretó las manos huesudas en sus muslos, mientras observaba al sujeto acercarse cada vez más. La cuarta nota zumbó con fuerza, en el momento que el granjero pasaba junto frente al hombre, solo para recibir el mismo trato que el resto.

El hombre tomó su saco y se incorporó, mientras sonaba la quinta nota y arrastraba sus pies por la tierra. En un parpadeo se encontraba en la espalda de aquel granjero, al tiempo que su esquelética forma se imponía al menos dos cabezas por encima y sus brazos se extendían.

La sexta nota retumbó con fuerza, por lo que el granjero soltó un jadeo y volvió a detenerse. El hombre observó en silencio al individuo rebuscar algo en su cintura, antes de que una Pokéball se estrellara contra la tierra.

Un canino de pelaje rojo y amarillo emergió de la luz, solo para ladrar en saludo a su dueño, antes de que sus ojos negros se encontraran con los hundidos. El Growlithe se hincó y soltó un gruñido agresivo en dirección al hombre, pero este soltó su último silbido.

La séptima nota zumbó débilmente en la lejanía para desconcierto del granjero, que rápidamente buscó la fuente de incomodidad de su Pokémon, solo para ser recibido por una vista muy peculiar. Un ser similar a un hombre alto y demacrado para ser humana, cuya piel y huesos parecían uno, mientras parecía mirarlo con sus cuencas vacías.

El granjero abrió la boca e intentó gritar, pero ningún sonido salió y solo descubrió que su cuerpo se había entumecido. La séptima nota continuó sonando a la distancia, mientras la melodía parecía distorsionarse y el entorno nublarse.

Fue en ese momento que el Growlithe decidió ayudar a su entrenador y saltó con las fauces abiertas, dispuesto a morder a aquel ser, pero antes de que sus dientes pudieran tocar piel o hueso, recibió un golpe seco. El Marowak salió de la oscuridad y golpeó el hueso, que llevaba en su mano, repetidas veces y sin piedad contra la cabeza del canino.

El Growlithe se tambaleó aturdido y ni siquiera tuvo tiempo de recuperarse, cuando otro duro golpe lo sacó del camino. El Marowak soltó un resoplido y golpeó el hueso contra el hueso negro de su cráneo, hasta que la chispa verdosa se hizo presente e ilumino el cuerpo caído de su oponente.

El hombre dejó a su compañero divertirse con el atroz perro, mientras fijaba sus cuencas vacías en la expresión de terror petrificada del granjero. Agarró la botella de los dedos tiesos y vertió el contenido en la tierra, antes de tirar el objeto y clavar sus dedos en el pescuezo del humano.

Cargó el cuerpo pasmado en su hombro libre y silbó las tres primeras notas, mientras la séptima dejaba de retumbar. El Marowak intercaló la mirada entre el Growlithe moribundo y su compañero, antes de apagar el fuego de su arma y correr junto al hombre que se alejaba.

El hombre no detuvo su avance, pero una vez su acompañante lo alcanzó, silbó de nuevo la quinta nota y el entorno se difuminó. Solo necesito un par de segundos regresar al punto de partida, mientras arrastraba los pies por la vereda de regreso a la oscuridad.

Ambos caminaron en silencio por aquel pasaje borroso, al tiempo que sus formas perdían consistencia, hasta reaparecer al pie de la ladera volcánica. El hombre colocó el saco con cuidado junto a la ladera y permitió el Marowak se acomodara en el interior, mientras esperaba ansioso por su siguiente acción.

Dejó caer al granjero sin cuidado en el suelo, antes de doblar sus larguiruchas y huesudas extremidades, hasta quedar arrodillado sobre la hierba. Dedos y fríos se clavaron en la piel cálida, antes de que jalar con fuerza en direcciones opuestas.

Lágrimas brotaron de los ojos estáticos del granjero, mientras la carne, los músculos y articulaciones eran desgarradas, pero ni siquiera aquel sonido desagradable perturbó al hombre o al Pokémon. En cambio agarró la parte arrancada y tiró con sus dedos desnudos de la carne para separarla del hueso, apenas consciente de la sangre que desparramaba en su labor.

Una vez limpió el huso de cualquier residuo, examinó en silencio su trabajo, antes de colocarlos a un lado apartado y regresar al granjero para repetir su acción. Continuó despedazando al humano y sacándole los huesos, hasta que el calor desapareció y el brillo en sus ojos se perdió.

El Marowak abandonó el saco de yute y tomó el hueso robusto, antes de golpearse la frente con él. La llama reapareció y el portador la esparció sobre la carne desechada, mientras el hombre acomodaba cuidadosamente los huesos, todavía húmedos, junto los otros en su saco.

El hombre observó cómo su compañero vigilaba el fuego, antes de silbar la primera y segunda nota con suavidad. El Marowak respondió con un chasquido, pateó tierra en las llamas moribundas y apartó la mirada para fijarse en el saco reacomodado.

El Pokémon corrió a la bolsa y volvió a acurrucarse en su interior, cerró los ojos y su apariencia cambio gradualmente, hasta que su cráneo pareció volver a estar vacío sobre aquella pila de restos. El hombre acarició la calavera blanca y dejó una mancha roja por su superficie, antes de agarrar la cuerda de mimbre y asegurar la boca del saco de yute.

Enderezó su forma y volvió a acomodar la carga en su espalda, mientras silbaba la quinta nota. El claro se distorsionó y la oscuridad lo envolvió, casi al mismo que el sueño lo supero.

El hombre desapareció junto con la oscuridad, aunque su silbido perduro por unos segundos más, hasta que la brisa dispersó las cenizas y la claridad iluminó el lugar.

 
Fin

Mostrar  Aclaraciones sobre el relato - No leer hasta haber leido el relato primero...

Como bien han dicho los jueces, este relato está basado en un mito, uno que bien podría haber cambiado, pero que fui lo suficientemente cabezota y necia para continuarlo, a pesar de la catástrofe con la que me tope.

El señor misterioso en cuestión es el "silbón" un mito común de los llanos de Venezuela y Colombia, ahora... después de investigarlo descubrí que no tiene consistencia y que muchas cosas no concordaban... en pocas palabras era como leer el chisme de una señora, que se iba deformando a medida que iba encontrando otra versión, hasta el punto que el susodicho no parece tener un motivo real por el cual existir y simplemente estaba allí para "zamparse" a cualquiera.

El mito sería algo así... Es un joven que por algún arrebato inexplicable asesino a su padre (Por no cumplirle un capricho, por borracho, por abusador, por violar, por vago, por se volvió loco, etc...) y su abuelo al descubrirlo, lo torturó con latigazos en la espalda, le echo ají o agua caliente en las heridas y lo tiró a unos perros rabiosos, para después condenarlo a vagar por la eternidad en el campo cargando con los huesos de su padre. Desde entonces deambula por los llanos silbando, mientras acecha a los hombres mujeriegos, borrachos o vagos.

Es un hombre muy alto y extremadamente delgado, que parece más un cadáver que un ser vivo, aunque en algunas versiones aseguran que es tan alto como los árboles. Se dice que si escuchas su silbido cerca estás a salvo, pero si por el contrario lo escuchas lejos estás en peligro y solo podría salvarte el ladrido de un perro o llevar ají en los bolsillos. Si no llevas ninguna de esas cosas el silbido te paralizara y el silbón te destazara para sacarte los huesos, y meterlos en el saco junto a los de su padre. (Esto último lo refutan en muchas versiones, ya que dicen que da igual si tienes un perro, ají o un látigo)

Ese sería más o menos el mito resumido, tomando solo lo necesario y lo que más se repetía entre todo...

Si bien podría haber construido el origen del señor en mi historia, quería hacer algo sencillo con una temática más tétrica y cruda... Por lo que tome cosas puntuales y algunas cosas peculiares de las muchas versiones que encontré para darle vida, así como algo más de... ¿chispa? No lo sé la verdad... estas cosas son...

El característico silbido (que se escucha cerca, si el silbón está lejos, y distante, si está por atacar) lo combine con una variante del mismo, que asegura que este sonido es tan especial que se asemeja a las notas musicales, por eso el silbido consta de 7 notas. Cada nota tiene un significado o propósito, las primeras tres son una señal... la 4ta es un aviso, la 5ta es como entrar en modo  "acecho", 6ta es como un periodo de calma y la 7ma su habilidad de paralizar. Si quieren rebuscar un poco las últimas tres notas me base en el ataque "canto mortal" y los tres turnos que requiere para hacer efecto.

El saco de huesos es más un lugar para guardar su colección y la de su compañero, el Marowak de Alola. Esto es lo que use de este Pokémon su fascicación por coleccionar huesos, algo que parece compartir con este ente. Debo decir que el acompañante Pokémon fue una salida para no hacer al silbón uno y por lo mismo hubieron muchos candidatos, que incluso alteraban la trama del relato, pero al final me termino agradando más el Marowak de tipo fantasma y porque necesitaba alguien que pudiera hacer frente a los caninos Pokémon para contrarrestar su supuesto miedo.

La preferencia para atacar hombres de vida ligera (despreocupada), por eso solo jugó con las chicas y se fijó más en el granjero.

La peculiaridad de que supuestamente le gusta la sensación de la ceniza en sus dedos y que tiende a sentarse en los troncos caídos que se encuentren en los bordes de los caminos.

Dicho esto... abordare otro problema que sabía que tenía, pero que ya no haya forma de solucionarlo... El relato inicialmente estaba narrado de forma impropia desde la entera vista del silbón, lo cual hacía todo aún más confuso y en algunos momentos limitaban la visibilidad del entorno, porque literalmente él solo se fijaba en determinadas cosas y eso dejaba muchos espacios en blanco... Decidí pasar a la tercera persona, pero manteniendo lo mejor que pude lo que debía ser la vista del silbón por intentar rescatar lo que es solo su perspectiva, mientras daba algo de información de lo que ocurría alrededor... Supongo que no funcionó muy bien, pero es lo que pude hacer

Desde un inicio no tenía muchas expectativas, porque quise agregar cosas, incluso quería detallar mucho mejor el lugar donde se desarrolla todo, el rancho Ohana, pero simplemente no podía hacerlo... porque si era un POV de un ente... él no se iba a poner a ver a los Miltank ni Tauros ni nada de eso, él iba a ir a lo que iba y poco más...

Por lo menos espero haber logrado lo que queria con el ambiente tétrico y crudo...
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#2
La puta madre, a veces los concursos son tan crueles e injustos. Bah, son lo que son, y los jueces tienen que evaluar todos los puntos que deben ser evaluados para darle un sentido a la consigna original, yo lo entiendo... De hecho yo propuse la temática de mierda esta. xD!!!

Pero es que tu relato me parece un genial cuento de terror, de esos que te encontrás en antologías como las de Elsa Bornemann y que te dejan bastante traumadito, especialmente si lo leés siendo joven. Se siente ese espírtu de leyenda rural, como acá en Argentina sería por ejemplo El Pomberito o la Luz Mala. Hasta hay un dejo de melancolía en tu personaje y sus acciones, que, a diferencia del de Muerte, no se divierte especialmente haciendo lo que hace ni parece tener especial animosidad incluso si después aclarás que ataca a tipos medio vagos como el campesino con el Growlithe (amarillo o rojo? ES SHINY O ES NORMAL? AAAA). Simplemente se siente como otro día en su vida, como algo que hace casi por estar condenado a hacerlo, preso de una maldición de la que no puede escapar.

Acá el ambiente es todo, y te pondría un 10 si fuera juez por el clima que construís. Esto está... tremendamente bien escrito, en especial teniendo en cuenta tu famoso fic shippero con la Dawn y el Saturado (y May, no me olvidé de May e.e), que era caótico en muchos sentidos. Esto es re pulcro, tus oraciones son cortas, tus descripciones van al hueso (cuack) y no me da la sensación de que te detengas innecesariamente endulzando las descripciones para intentar dar más miedo o más asco o más impresión. Se siente elegante, incluso más que tu relato del año pasado, y hay una calma en el accionar de tus personajes que para mí le suma todavía más a esa sensación de intranquilidad al leer lo que van haciendo. Cómo se ven, cómo se mueven, cómo apoya con calma su saco con huesos, el sonido de su silbido, el bosque de árboles amarillos (un color ideal para transmitir extrañeza y un poco de repulsión, como bien nos enseñó Breaking Bad cada vez que íbamos a México ahre), el Marowak que enciende su hueso tipo fósforo al chasquearlo sobre su cráneo.

Capaz me quedó debiendo un poco en cuanto al asunto del punto de vista. No se siente especialmente como que estemos siguiendo los pasos del silbón este, ni de su compañero pokémon, ni tampoco desde el punto de vista de las víctimas. Eso le suma un poco de elegancia y desconcierto a todo lo que nos contás, pero le resta al objetivo de hacernos poner en la piel del monstruo este, ya sea para entenderlo o para padecerlo. Simplemente parece que el punto de vista no tiene injerencia alguna en el devenir de la historia o en el impacto que tenga que causar en el lector... Pero sigo pensando que esto merece mucho más reconocimiento.

Te pasaste, Katsu.
[Imagen: AiUjW7e.png]
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#3
La cuarta nota de siete va para el relato de Cats. Cuando lleguemos a la séptima...

Qué decir. Me sorprendió que cambiaras la inspiración. Estaba seguro de que ibas a escribir el del yokai. Pero quizá fue para mejor. I mean, hay cierto encanto en las historias de la tierra propia. Pensar que vos escribís algo con raíces venezolanas le da algo más de encanto que el siguiente relato weeb.

¿Es mal momento para divagar sobre lo que significa narrar desde la perspectiva de alguien? Porque creo que ahí se halla el quid de la cuestión. No me malentiendas, que he disfrutado mucho la lectura, pero también puedo comprender por qué no impresionó a los jueces.

Narrar una historia desde el punto de vista del villano no trata tanto de ponerle una cámara sobre la cabeza e ir describiendo lo que pasa, sino de sumergirse en su psique y explorar sus oscuras profundidades, como el Nautilus en el mar de números imaginarios. Acá pasa que no tenemos un punto de vista más personal, por así decirlo. Las víctimas son extraños con poca caracterización, y al silbón lo vemos solo de fuera, solo a través de sus acciones. Es incómodo, sí, pero cuesta un poco adentrarse del todo en lo que pasa. Cuesta trabajo interesarse por la perspectiva de alguno, o adentrarse del todo en la atmósfera. Cosa distinta del relato del Wendigo en el que tenemos a la Poke para transmitir lo que le hace sentir el monstruo. Es también la razón de que Watson exista en primer lugar: hacer eco a Holmes y generar un vínculo.

Acá no pasa, por obvias razones, pero a cambio nos quedamos con un relato que pide una atención algo más forzada de parte del lector para desmenuzar sus secretos.

Me gustó el detalle de los silbidos equiparados a notas musicales, así como la referencia al canto mortal. El tono lúgubre ayuda a poner en situación, y en hecho de que todo esté tan desarraigado de emoción, una vez que te sumerges en la lectura, ayuda con esa sensación de zozobra. De que estás viendo algo insensible e inhumano destrozar cuerpos vivos como si fuera una simple tarea mecánica y brutal.

A este punto estoy luchando por decir algo que no haya dicho Tom ya, que con tu fic estaba muy inspirado. Quedaría decir que... sí, efectivamente se siente como algo distante de Pokémon. Porque el villano es más un espectro que otra cosa y los perros son poco más que perros. Incluso su acompañante con cabeza de cráneo participa poco, aunque me gustó ese detalle de que puede camuflarse como si fuera solo la calavera. Tampoco creo que añadir batallas hubiera solucionado el problema (si acaso, hubiera traído otros), pero tal vez, tal vez, darle un aspecto más pokemonesco al asunto sí.

Un muy buen relato, la verdad, si bien no uno del que pueda decir mucho más allá de que está bien contado en su mayor parte y te deja con la sensación de haber leído algo edificante. Algo clásico y hermoso a su manera.
[Imagen: 1o9Fh9T.jpg]
The Grand Jacketer
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#4
Katsu Katsurane Katsu

Te había dicho antes que te cuides del cuchillo, y aquí esta. MincinnoKnife

En un primer momento estaba un poco confundido respecto a nuestro individuo, sin embargo, comencé a tomarle el hilo del asunto poco a poco y me deje llevar por la historia.

Me pareció muy interesante seguir a este viejito, que en un primer momento pensé que era una alusión al viejo del saco o ropavejero para los chavos, pero tras leer tu explicación me queda más claro. Sin embargo, no fue necesario para hacer la inmersión en la historia.

Me gusto mucho la inclusión del Marowak hawaiano, y mucho más luego de leer la explicación. También sobre los silbidos que fue un gran detalle, y cuando llegue a la parte del Lillipup supe que no le iba a pasar nada, verdad? Katsu no ser Pyro. Psweatduck

Las escenas tensas y de suspenso las considero bien logradas, y en general es una lectura disfrutable que se sintió fluida y muy rápida.  Larvitar
                                       [Imagen: APTHhOg.jpg]
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