30 Aug 2019
06:28 PM
Palabras -
06:28 PM
Palabras -
Siempre me ha gustado la oscuridad. Quedar envuelta en negrura y que nadie pudiera encontrarme, resguardada en mi propia guarida secreta.
Pero, un día, decidí asomarme a la luz. Y vi la gente resplandeciente bajo el sol. Quise acercarme a ellos, hablar, pero me di rápidamente cuenta que, tras tantos años en la más completa noche, yo era parte de ella, una sombra más.
Me acercaba a esos seres cubiertos de luz y sólo lograba engancharme a sus pies, volviéndome un mero signo de dónde se encontraba el astro rey. Sí, existía, pero lo importante no era yo, sino aquella bola de fuego arriba en el cielo. Mientras, nadie miraría al suelo y repararía en ese débil manchurrón negro que se agazapaba, guiándolos en el camino hacia su esplendor.
Con las pocas esperanzas que poseía, iba saltando de persona en persona, esperando que alguien me arrancara de ahí. Yo quería salir de ese plano y sentir que era algo más que un reflejo. Dejar de ser la nada que percibía. Pero era una tontería, ¿acaso alguien agradece a una sombra que le indique el sol? El día estaba allí, con total indiferencia de mí.
Yo sólo ofrezco un camino y rápidamente me abandonan en el suelo, tirada, sin importar nada más que el astro. Al final, ni soy esa luminiscencia ni la que va a brillar gracias a ella.
Sólo soy yo. Una sombra más entre otra. Existimos, estamos aquí, pero nadie nos ve por lo que somos sino por lo que ni siquiera nos reconocen hacer.
Pero, un día, decidí asomarme a la luz. Y vi la gente resplandeciente bajo el sol. Quise acercarme a ellos, hablar, pero me di rápidamente cuenta que, tras tantos años en la más completa noche, yo era parte de ella, una sombra más.
Me acercaba a esos seres cubiertos de luz y sólo lograba engancharme a sus pies, volviéndome un mero signo de dónde se encontraba el astro rey. Sí, existía, pero lo importante no era yo, sino aquella bola de fuego arriba en el cielo. Mientras, nadie miraría al suelo y repararía en ese débil manchurrón negro que se agazapaba, guiándolos en el camino hacia su esplendor.
Con las pocas esperanzas que poseía, iba saltando de persona en persona, esperando que alguien me arrancara de ahí. Yo quería salir de ese plano y sentir que era algo más que un reflejo. Dejar de ser la nada que percibía. Pero era una tontería, ¿acaso alguien agradece a una sombra que le indique el sol? El día estaba allí, con total indiferencia de mí.
Yo sólo ofrezco un camino y rápidamente me abandonan en el suelo, tirada, sin importar nada más que el astro. Al final, ni soy esa luminiscencia ni la que va a brillar gracias a ella.
Sólo soy yo. Una sombra más entre otra. Existimos, estamos aquí, pero nadie nos ve por lo que somos sino por lo que ni siquiera nos reconocen hacer.