11 Nov 2021
07:47 PM
Palabras -
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Ciudad Hauoli. La capital de Alola y el principal destino turístico de la misma. Sus calles llenas de vida acostumbraban a levantar el ánimo de quienes transitaban por ellas y los empujaban a estar siempre activos, ya fuera paseando por la inmensa metrópoli o entrando en sus diversos establecimientos. Cuando el cansancio empezaba a hacer mella en los transeúntes estos no tenían de qué preocuparse, ya que el paseo marítimo que llevaba a la playa estaba a tan solo un par de metros, así que podían ir ahí para descansar antes de volver a las andadas. Sin duda se trataba de un destino idílico para cualquiera, para cualquiera que no fuera la niña que la admiraba desde las alturas.
Selene estaba sentada en lo alto de una pequeña colina que había tras Ciudad Haouli, dejando que el lejano ajetreo nocturno le distrajera un poco de sus pensamientos. Las personas iban y venían, las luces se encendían y apagaban, y todos parecían estar conectados por una alegría que ella no terminaba de sentir. Ella era ajena a esa sinergia y, contrario a lo que podía parecer, eso no la hacía sentir mal, ni bien. Los habitantes de Alola iban por un lado y ella por otro, no formaba parte de ese lugar, así que no tenía que sentir lo mismo que ellos. No quería formar parte de ese lugar, así que no quería compartir lo mismo que ellos.
—¡Hola!
Por desgracia, su retraimiento no duró tanto como le habría gustado, ya que la animada voz de Tilo sonó a sus espaldas. El litten del moreno apareció entre las sombras y se sentó a escasos centímetros de Selene, al igual que hizo su entrenador, pero ella no se dio la vuelta ni hizo ningún gesto que indicaba haberlo escuchado. El entrenador no se tomó a malas su indiferencia, se limitó a acariciar a su pokémon y admirar la ciudad que tenían a sus pies.
—¡Ah! ¡Las vistas desde aquí son espectaculares! ¿No crees?
Selene no respondió y Tilo siguió sonriendo. Litten ronroneó al sentir los mimos del chico y se dio la vuelta para que pudiera acariciarle la barriga, algo que su entrenador hizo encantado. Por su parte, Selene giró más la cabeza para evitar mirar a Tilo y su pokémon, lo que ensombreció un poco la expresión del moreno.
—No hace falta que te escondas conmigo. Sé que no te hace ilusión hacer el recorrido insular.
Eso sí que sorprendió a Selene lo bastante como para hacer que mirara a Tilo. Él dejó de acariciar a su pokémon para mirarla a ella y la chica no supo qué hacer o decir. ¿Tan obvio era? ¿A pesar de sus esfuerzos los demás podían ver cómo se sentía en realidad? Esas preguntas tuvieron que reflejarse en sus ojos porque Tilo las respondió al instante.
—Sí es cierto que desde fuera pareces encantada de la vida con Rowlet, peeerooo a mí no me engañas, que en el combate que tuvimos no te noté tan contenta —dijo mientras se frotaba la nariz y le guiñaba un ojo—. ¿También tienes miedo de no dar la talla? ¡No te preocupes por eso! Si lo que importa es pasarlo bien. Quiero decir, yo también estoy un poco asustado, pero-
Tilo fue interrumpido por algo que no se esperó. Por alguna razón que se le escapaba, en medio de su relato, Selene había agarrado la Poké Ball de su inicial y se la había ofrecido. El chico ladeó la cabeza levemente, sorprendido por aquel gesto tan extraño.
—¿Quieres tener otro combate ahora? —Selene negó con la cabeza y bajó la mirada, lo que confundió todavía más a Tilo, que se llevó una mano al pelo— Eh, pues me temo que no te entiendo… ¿Quieres sacarlo de su Poké Ball y no recuerdas cómo?
—No quiero ser entrenadora...
—Lo siento, pero no te he oído bien —Selene alzó la cabeza y habló un poco más alto para hacerse oír.
—He dicho que no quiero ser entrenadora.
—¡¿C-cómo?! —Tanto Tilo como Litten retrocedieron al oír aquello. Si no quería ser entrenadora, entonces, ¿aquel gesto significaba que estaba renunciando a su inicial? ¿Cómo era posible? ¡Si el sueño de todos era tener su propio pokémon! El moreno sacudió la cabeza, ¡debía tratarse de un error!— ¿P-pero estás segura de eso? ¡¿Cómo vas a dejarle así como así?! ¡Sí él te ha elegido como entrenadora!
—Es que no…
—Eso significa que confía en ti, que ve potencial en ti. No te preocupes y hazme caso, son los miedos tontos del principio, ya verás como lo harás de maravilla.
—Pero es que yo-
—¡Vas a ser una entrenadora y te va a encantar! —sentenció Tilo mientras cerraba la mano de Selene alrededor de la Poké Ball de Rowlet y la empujaba hacia ella. Litten asintió confiado a su lado— ¡Ya verás como dentro de una semana estás-!
—¡PERO QUE YO NO QUIERO SER UNA ENTRENADORA! ¡QUIERO IRME DE ESTA CIUDAD LO ANTES POSIBLE Y VOLVER A CASA!
Sin embargo, su acción tuvo el efecto contrario al deseado, e hizo que la chica empezara a llorar después de soltar ese grito desesperado. Litten dio un salto y se escondió detrás de su entrenador, mientras que Tilo agarró la Poké Ball de Rowlet rápidamente para intentar calmar a Selene, aunque no sirvió de nada. La joven se cubrió los ojos y empezó a llorar desconsoladamente mientras el moreno se rascaba la cabeza, tratando de encontrar una forma de hacerla sentir mejor.
—V-vamos, tranquilízate. Sé que esto no es como Kanto, pero ya verás como Alola no está tan mal.
Selene no paró de llorar hasta que pasaron unos minutos y Tilo no tuvo más remedio que esperar a que se calmara por su cuenta. Mientras tanto curioseó un poco la Poké Ball de Rowlet, esperando que el pequeño no oyera lo que ella estaba diciendo.
—Ese no es el problema —dijo ella mientras se secaba las lágrimas—. Yo no quería irme de casa —susurró apoyando la mejilla en sus rodillas— pero las discusiones entre papá y mamá cada vez se iban haciendo más fuertes, así que mamá pensó que lo mejor sería mudarnos aquí.
—Vaya… —Aquella respuesta dejó mudo a Tilo. Las razones por las que Selene y su madre llegaron a la isla le habían sido totalmente ajenas hasta ese entonces, tampoco había tenido curiosidad por preguntar ya que pensaba que no se habrían mudado por algo más profundo que un simple deseo de cambio de aires, pero oír aquello le hizo entender varias cosas. Era cierto que había notado a la niña “alegre pero un poco tímida”, en palabras del profesor, un poco rara desde que llegó, pero pensó que tal vez se debería al jet lag. Sin embargo, ella le acababa de dar la respuesta a su extraño comportamiento, y le asustó pensar que nadie más había reparado en ello. Él era solo un niño, pero ¿ningún adulto fue capaz de darse cuenta de que algo no iba bien? ¿Nadie veía que junto a su modesta sonrisa siempre arrastraba un aire de melancolía?—. Yo no, eh, quiero decir, eso no tuvo que ser agradable. Que tus padres discutieran y todo eso.
—No lo fue.
Su voz se volvió fría y monótona, todo lo contrario a la región en la que estaban. Eso le indicó a Tilo que lo mejor sería cambiar de tema, por eso intentó enlazar su conversación con otro tópico.
—Bueno, no quieres ser entrenadora, está bien. Aun así algo habrá que te guste, ¿no? ¡A mí me encantan las malasadas! —dijo mientras sacaba una caja llena de ellas de su mochila. Cogió una, la partió en dos para darle la mitad a Litten y dejó la bolsa cerca de Selene por si le apetecía coger una también—. ¿Qué te gusta a ti? ¿Bailar, leer, dibujar, comer...?
Tilo le dio el tiempo que tardó en comerse el dulce para responder, pero Selene no emitió ningún sonido. El chico esperó un poco más, pero siguió sin obtener ninguna contestación, así que tomó otra malasada. Tuvo que comerse tres y media hasta que la chica se animó a contestar.
—No me acuerdo…
—¿De qué?
—De lo que me gustaba —susurró ella mientras volvía a mirarle lentamente—. No… me acuerdo…
—¿Cómo que no te acuerdas? ¡Eso es-! —Tilo iba a gritar como había hecho hacía un par de minutos, pero al recordar que su impulsividad había hecho llorar a Selene se calmó. Se golpeó un par de veces la nariz y perdió la mirada en el horizonte— Seguro que encontramos algo que te guste, no sé… —dijo mientras inspeccionaba su alrededor y Litten hacía lo mismo. Los dos buscaron frenéticamente algo que la chica pudiera admirar en ese instante y, tras unos segundos, Tilo cayó en que la respuesta estaba sobre sus cabezas. Levantó el brazo para señalar hacia arriba y esbozó una gran sonrisa— ¡Mira! ¿A que el cielo es bonito?
Selene levantó lentamente la cabeza para mirar el cielo y eso hizo que la luz de la Luna bañara su pálido rostro. Las lágrimas de sus mejillas brillaron gracias a eso y Tilo se quedó paralizado durante unos segundos admirando su rostro. ¿Por qué a pesar de ser una niña parecía que estaba cargando el peso de dos vidas? ¿Por qué sus ojos no reflejaban el brillo de la Luna? Al darse cuenta de que la estaba mirando demasiado apartó los ojos de ella y volvió a centrarse en Ciudad Hauoli, ligeramente sonrojado.
—¿Sabes? Aunque no te gusten los pokémon o la idea de ser entrenadora yo te animaría a aprovechar esto como una excusa para viajar por la región —dijo en un susurro tras pasar un tiempo—. No soy un experto en el tema ni mucho menos, pero creo que te vendría bien para despejarte y olvidar lo que te ha pasado. Además, así podrás hacer amigos, ¡y probar todo tipo de malasadas por el camino!
—Sí que te gustan las malasadas, ¿eh? —notó ella mientras bajaba la mirada.
—¿Bromeas? ¡Es lo que más me gusta de este mundo!
—¡Lit!
—¡Ah! Bueno, después de ti, Litten. Creía que era obvio, ¡eres lo mejor de esta región! —exclamó antes de señalar a Selene— ¡Y yo voy a enseñarte todas las cosas buenas que tiene Alola para que veas que no fue tan malo que acabaras aquí!
Tilo estuvo a punto de arrepentirse por su animada respuesta, recordando que aquello fue lo que hizo llorar a Selene no hace mucho, pero se llevó una grata sorpresa al ver que la comisura de sus labios se levantó un poco. ¿Estaba sonriendo? Eso parecía, así que el moreno aprovechó que estaba un poco mejor de ánimo para devolverle su pokémon.
—A-así que no te cierres puertas, ¿vale? —dijo mientras le acercaba la Poké Ball de Rowlet— Me imagino que esto no debe ser nada fácil para ti, p-pero para eso tienes a Rowlet y ¡a mí! ¡Si hay algo en lo que te pueda ayudar solo me lo tienes que decir!
—Muchas gracias, Tilo —dijo Selene mientras su sonrisa crecía. Tilo cruzó los dos brazos por detrás de su cabeza y le dedicó una radiante sonrisa a la chica.
—Bah, no las des. Para eso están los amigos, ¿verdad? O compañeros, o lo que sea que seamos, tampoco quiero… —Selene se puso de pie y su rostro volvió a adoptar un semblante neutro. Miró la Poké Ball de su inicial y la sopesó durante unos segundos.
—No me apetece seguir aquí, pero tampoco quiero volver a casa —le susurró al viento, aunque eso no impidió que Tilo la escuchara.
—Pues eso tiene fácil solución. ¿Por qué no vamos al paseo marítimo? Podemos estar ahí lo que quieras y cuando te canses iremos al Centro Pokémon. No tienes que volver a casa si no te apetece, estaremos fuera el tiempo que quieras —le propuso animadamente y Selene le respondió con otra sonrisa.
—Me parece bien. ¿Nos vamos ya?
—Cuando quieras. ¡Eres la invitada así que tú mandas!
Con eso dicho, Tilo se levantó de un salto y Litten también. Los dos oriundos de Alola guiaron a la extranjera hasta la capital, donde su mirada pareció contagiarse un poco de las luces de las calles. El moreno extendió su mano y atrapó la de la chica para llevarla corriendo a la playa, causando su risa y que el resto de los transeúntes los miraran con ternura. Aquella región no se parecía en nada a Kanto, y Selene estaba segura de que no llegaría a reemplazarla en su corazón, pero al menos junto a Tilo, Alola ya no se veía tan mal después de todo. ¿Tal vez sería capaz de reencontrarse a sí misma si descubría lo que aquel lugar tenía que ofrecerle?