08 Dec 2020
06:13 AM
Palabras -
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Espiral de la Luna
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1 (Dentro) de mi cabeza
Estaba sola. Completamente sola. Un espacio blanco que se extendía hasta el infinito era todo lo que veían sus ojos; como un lienzo en el que pudiera pintar, pensó, o quizás, como un lienzo en el que no podía dejar de hacerlo.
Como si sus pensamientos tuvieran voluntad propia, comenzaron a trazar líneas y más líneas sobre su lienzo. Líneas rectas y largas que, en conjunto, empezaban a parecerse a edificios, que a su vez se unían para formar un simulacro de ciudad. Al principio pensó que se trataba de Lumiose, pero entonces el color invadió sus edificios y los tiñó de gris, y tan pronto como reconoció su forma, las explosiones cubrieron su ciudad.
Escuchó un aullido en la lejanía.
Echó a correr por las calles en llamas. Fay la necesitaba, o moriría otra vez. Buscó entre los edificios en ruinas hasta que estos se convirtieron en árboles en llamas, y antes de que se diera cuenta, estaba persiguiendo a su Salazzle, hasta que le salieron alas y echó a volar como un Togekiss.
«No de nuevo»
El mundo se volvió blanco y tropezó con un doblez en el suelo. El mundo se había convertido en una inmensa tela blanca que se sacudió a Cheza de encima y rápidamente tomó la forma de una bata de laboratorio que envolvía a esa mujer de ojos verdes y mirada perversa, y verdes eran sus manos cuando se cerraron alrededor del cuello de Cheza hasta que su visión se nubló.
Cuando abrió los ojos, se encontró dentro de un agujero negro. Había baldosas en el suelo con letras luminosas, y presionó instintivamente la A, la M, la O y la R. Sintió los dedos de Legis sobre su muñeca derecha, quien tiró de ella para sacarla de la oscuridad, pero no habían dado tres pasos cuando esas llamas púrpura lo envolvieron, y sin darse cuenta de en qué momento apareció ese cuchillo en su mano izquierda, lo apuñaló en cuello sin el menor control de sus actos.
Y aquella risa en el fondo. Esa risa infernal y esos brillantes ojos rojos.
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Y la soga cerrándose en torno a su cuello.
Despertó con el corazón saltando en su pecho enloquecido, la frente perlada de sudor y los dedos aferrados a las sábanas. Había tenido esa pesadilla de nuevo.
Trató de reflexionar. Acacia ya le había advertido que podía pasar. No sólo había sido infectada con el veneno de Devastal, sino que el propio monstruo había tratado de invadir su mente. Tenía suerte de que sus únicas secuelas fueran esas pesadillas que aparecían de cuando en cuando. Aún así, no entendía qué significaban esos ojos rojos.
Se sentó sobre la cama en la oscuridad, frotándose las sienes con los dedos. Creía haberlo superado, pero sabía que esos recuerdos nunca la abandonarían. Tomó una bata colgada en el armario y se cubrió sin encender la luz. Tanto Type como Killiha habían sugerido que podría tomar terapia tras los eventos en Aiwass, pero no podía imaginarse a sí misma contando todo lo que había pasado a algún extraño, qué sitios tan oscuros había alcanzado su mente.
Con el sueño arruinado, caminó hacia la estancia para ver algo en la televisión. Era su último día en aquella suite, ya que mañana debía volar de vuelta a Kalos. Había hecho un buen trabajo y esperaba que Diantha no le hiciera "observaciones" como solía decir (Cheza más bien los llamaba insultos pobremente velados). Esta vez había cerrado todo tan perfecto que la señorita actriz no podría quejarse de nada.
Cuando llegó a la puerta, le pareció oir una voz. Pegó una oreja a la tabla para escuchar mejor.
—Si te sirve de consuelo…
No debía haber nadie en su sala. Esa noche era turno de Sin de custodiar, y sin duda su Salazzle no era la pokémon más inteligente del mundo como para manejar un control remoto sin tratar de comerlo. Había alguien más. Tal vez alguien peligroso.
Y aún así, esa voz le sonaba demasiado familiar.
Armada con valor, y con la Pokéball de Mio que descansaba en un buró junto a su cama, salió a la sala y se encontró con la luz de la pantalla de plasma
—Lo odio… pero lo amo…
Efectivamente, era esa serie romántica de hace más de tres años, "Shots de Vodka y Amour" que había empezado a ver esa tarde. Sintiéndose más segura, caminó hasta el sofá y las encontró a las dos.
La primera era su Salazzle, sentada en sus cuatro patas y con sus grandes ojos llorosos, claramente conmovida por la escena en la pantalla.
La otra nunca la había visto antes. Una chica joven de largo cabello y ojos vacios, abrazada a un cojín con forma de Mewtwo.
—Alola, Princesa de Kalos.
2 La Embajadora y la Princesa
Con los ojos fijos en el fondo de su taza de café, Cheza trató de entender lo que la chica acababa de explicarle.
—Si no entiendo mal, eres una princesa de Alola.
—Me llamo Uzu. Mucho gusto.
—Así que viajaste a Hoenn desde otra dimensión a través de un portal en un lago…
—De un mundo llamado "Sinnoh".
—Y luego viniste a mí buscando ayuda.
—Sip, de realeza a realeza. Escuché que la Princesa de Kalos estaba aquí y pregunté por tu dirección.
—Y mi Salazzle te dejó pasar porque "puedes hablar con los pokémon".
—¿Verdad que sí? —preguntó a la salamandra, y esta asintió con la cabeza—. Ella me enseñó lo que es el control remoto.
Una princesa viajera de mundos que habla con los pokémon. Cheza había conocido gente muy particular, pero esta era la primera que se esforzaba tanto en parecer especial. De cualquier modo, no era su problema. Todo lo que tenía que hacer era llamar a la policía y que ellos se encargaran de llevarla con sus padres, o a un psiquiátrico.
—No espero que me creas —rio la princesa—, no tan fácilmente. —Pasó las manos por su cuello, apartando su largo cabello, y retirando del mismo una fina cadena dorada con un colgante. Se trataba de un par de alas de un metal blanco y brillante, entrelazadas, sujetando una gema transparente que emitía un intenso brillo multicolor, pero no pudo prestarle más atención. Sus ojos se habían clavado en la cicatriz en su cuello.
—Es una herencia de la familia real.
—¿Qué te…?
—¿Hm?
—Debo hacer una llamada —dijo al fin, y salió al pasillo.
Le explicó a Drasna la situación, tratando de no sonar demasiado absurda, y aún así, le pareció escuchar una risa disimulada al otro lado de la línea.
—¿Cómo dices que es ese pendiente?
—Parece auténtico —añadió tras describir la pieza—. Su vestido está maltratado, pero su costura es de calidad, no muy diferente a los de Diantha, y pudo hablar con mi Salazzle.
—Hay personas en todo el mundo que pueden comunicarse con los pokémon usando sus poderes psíquicos.
Pero Cheza sabía que no era posible. A causa del veneno mental de Devastal, Sin se había vuelto inmune a cualquier forma de invasión a su mente. La única forma en la que esa chica podría comunicarse con ella sería hablando.
—De todas formas, si tanto te preocupa, deberías traerla con nosotros. Dices que te buscó específicamente a ti… ¿Parece peligrosa?
—No más que yo.
—Diantha también está por volver, tal vez se vean a tiempo. Mientras tanto, trata de averiguar más sobre nuestra invitada, Princesa de Kalos
Suspiró cuando Drasna colgó. "Princesa de Kalos" era el apodo que Dalia le había puesto hace tantos años y, aunque al principio le gustaba, le daban ataques de vergüenza siempre que alguien más lo usaba (especialmente Diantha). Y ahora ese mismo apodo la había metido en un nuevo problema con otra falsa princesa, si es que en verdad era falsa. Porque si alguien podía asumir su apodo de forma literal y pensar que Cheza era una princesa, debía ser alguien que no ha pasado mucho tiempo en el mundo.
—Si no entiendo mal, eres una princesa de Alola.
—Me llamo Uzu. Mucho gusto.
—Así que viajaste a Hoenn desde otra dimensión a través de un portal en un lago…
—De un mundo llamado "Sinnoh".
—Y luego viniste a mí buscando ayuda.
—Sip, de realeza a realeza. Escuché que la Princesa de Kalos estaba aquí y pregunté por tu dirección.
—Y mi Salazzle te dejó pasar porque "puedes hablar con los pokémon".
—¿Verdad que sí? —preguntó a la salamandra, y esta asintió con la cabeza—. Ella me enseñó lo que es el control remoto.
Una princesa viajera de mundos que habla con los pokémon. Cheza había conocido gente muy particular, pero esta era la primera que se esforzaba tanto en parecer especial. De cualquier modo, no era su problema. Todo lo que tenía que hacer era llamar a la policía y que ellos se encargaran de llevarla con sus padres, o a un psiquiátrico.
—No espero que me creas —rio la princesa—, no tan fácilmente. —Pasó las manos por su cuello, apartando su largo cabello, y retirando del mismo una fina cadena dorada con un colgante. Se trataba de un par de alas de un metal blanco y brillante, entrelazadas, sujetando una gema transparente que emitía un intenso brillo multicolor, pero no pudo prestarle más atención. Sus ojos se habían clavado en la cicatriz en su cuello.
—Es una herencia de la familia real.
—¿Qué te…?
—¿Hm?
—Debo hacer una llamada —dijo al fin, y salió al pasillo.
Le explicó a Drasna la situación, tratando de no sonar demasiado absurda, y aún así, le pareció escuchar una risa disimulada al otro lado de la línea.
—¿Cómo dices que es ese pendiente?
—Parece auténtico —añadió tras describir la pieza—. Su vestido está maltratado, pero su costura es de calidad, no muy diferente a los de Diantha, y pudo hablar con mi Salazzle.
—Hay personas en todo el mundo que pueden comunicarse con los pokémon usando sus poderes psíquicos.
Pero Cheza sabía que no era posible. A causa del veneno mental de Devastal, Sin se había vuelto inmune a cualquier forma de invasión a su mente. La única forma en la que esa chica podría comunicarse con ella sería hablando.
—De todas formas, si tanto te preocupa, deberías traerla con nosotros. Dices que te buscó específicamente a ti… ¿Parece peligrosa?
—No más que yo.
—Diantha también está por volver, tal vez se vean a tiempo. Mientras tanto, trata de averiguar más sobre nuestra invitada, Princesa de Kalos
Suspiró cuando Drasna colgó. "Princesa de Kalos" era el apodo que Dalia le había puesto hace tantos años y, aunque al principio le gustaba, le daban ataques de vergüenza siempre que alguien más lo usaba (especialmente Diantha). Y ahora ese mismo apodo la había metido en un nuevo problema con otra falsa princesa, si es que en verdad era falsa. Porque si alguien podía asumir su apodo de forma literal y pensar que Cheza era una princesa, debía ser alguien que no ha pasado mucho tiempo en el mundo.
3 Polvo de Estrellas
La niña detrás de ellas en el avión no dejaba de quejarse con su madre acerca de que quería maníes, mientras llamaba inútil a la azafata que trataba de disculparse. Cheza apartó la vista sintiendo vergüenza por lo mucho que esa niña le recordaba su actitud de años atrás. Y a pesar de todo, no olvidaba lo pacientes que Legis, Killiha y los demás habían sido con ella.
Tal vez fuera por eso que sentía que debía ser paciente con "la Princesa".
Se habían puesto al corriente, más o menos. Según ella, estaba con una amiga, buscando a alguien más, hasta que cruzaron un portal que las llevó a esta dimensión. Después fueron atacadas por un sujeto extraño que se llevó a su amiga a un lugar desconocido.
—¿Qué quería ese sujeto?
—No lo sé, tenía poderes extraños y decía que debíamos ir con él. Mi amiga pensó que era peligroso y lo atacó, y entonces empezaron a pelear. Luego desaparecieron. Luego escuché sobre ti y…
—Escucha, ya te dije que no soy realmente una princesa.
—Lo sé, eres una embajadora: alguien que media entre distintas facciones. Uno de esos fue invitado a la casa de mi padre, de la misma forma que yo fui invitada a Kalos… rehenes políticos es una forma más precisa de decirlo.
Cheza rodó los ojos. La situación era demasiado bizarra como para creerla, pero no era la primera vez que escuchaba algo similar. Después de todo, Cynthia se había embarcado en esa misión suicida en una dimensión diferente.
—Pues vamos camino a Kalos. No sé si pueda ayudarte, pero haremos lo posible.
No dejaba de mirar su cuello. Aquella cicatriz le traía recuerdos demasiado oscuros e, inconscientemente, se llevó una mano a su propio cuello en el que en alguna ocasión se halló una soga. Le costaba conciliar la idea de que su vida pudo terminar entonces de no ser por Cristóbal, y en su lugar, fue él quien acabó muerto en su plan de convertirse en mártir. Le costaba asimilar que alguien llegara tan lejos para salvar otra vida sólo para tirar la suya a la primera oportunidad. Tal vez, se dijo, Cristóbal también era un suicida, y tal vez la Princesa lo fuera. No se atrevía a preguntarle cómo obtuvo esa cicatriz, pero sólo se le ocurría una forma, y es que tratara de tomar su propia vida; que había alcanzado el mismo abismo que ella.
Un golpe sobre su cabeza interrumpió sus pensamientos. Algo duro y pesado había caído sobre su nuca, y antes de que pudiera preguntar, el objeto se retiró, sólo para caer de nuevo.
—Arche, cielo, deja eso por favor.
—Estamos grindeando experiencia —escuchó decir a una voz infantil, y perturbadoramente mecánica—. Mare, Placaje.
Alzó la vista por encima de su asiento, haciendo su mejor mirada de seriedad que no asustó a la niña, pero bastó para que su madre tomara la Pokéball y guardara al Honedge con el que su hija estaba jugando. Un poco más tranquila, volvió a su asiento, notando que al menos se había apartado de esos pensamientos.
Mientras tanto, la Princesa "hablaba" con Mio, quien descansaba en su regazo, escuchando muy atenta lo que la Mawile contaba mientras gesticulaba con sus brazos.
—¿Qué te está diciendo? —trató de fingir normalidad.
—Dice que eres una buena persona, y me contaba algunas historias sobre "Aiwas". Dice que había un pokémon malvado.
Era cierto, pero tampoco probaba nada. Aún cabía la posibilidad de que fuera una fan obsesiva que sabía tratar bien a los pokémon.
—¿Cómo hablas con los pokémon? ¿Tienen un idioma propio?
—No exactamente. Entre ellos se comunican de muchas formas, como gruñidos, marcas de olor y gestos. Pero cuando hablan con nosotros, hablan nuestro idioma. Es solo que sólo saben "hablar" con unos pocos sonidos. Nosotros podemos hacer más palabras, pero ella sólo sabe hacer "ma" y "wail"
—¿Y puedes entender solo con eso?
—Tú también, ¿no entiendes cuando está triste, feliz, o cuando tiene hambre? Es lo mismo a un nivel básico.
Tal vez tenía razón. Legis podía entenderse con Lilly aunque esta era muda, y Amara se hizo amiga de un Ojutai infectado. Cheza misma pudo entender el sentimiento maternal de Sora hacia Fay, o la culpa que sentía su Salazzle sólo con verla a los ojos, pero lo de esta chica parecía un poco diferente.
—Y a veces te cuentan historias interesantes —siguió la Princesa—, Mio dice que viene del espacio.
La mandíbula de Cheza cayó de la incredulidad. Tenía que estar bromeando.
—Tienes que estar bromeando.
—En verdad no. Hay muchos pokémon que vienen del espacio.
—Sí, pero Mawile vive en cuevas y minas, por eso es tipo acero.
—¿Y de dónde crees que viene el metal?
—¿Del… subsuelo?
—Maw, maw —dijo su Mawile, mientras la Princesa asentía a sus palabras.
—¿Y cómo crees que llegó ahí el metal?
—¿No eras una princesa de una isla incivilizada? ¿Cómo sabes esas cosas? —tan pronto como dijo esto, sintió que había ido demasiado lejos, pero la Princesa no lo tomó como un insulto.
—Mio las sabe, los pokémon tienen su propia cultura y sus propias historias. Dice que se llama la Leyenda del Polvo de Estrellas, y que la escuchó de sus padres mucho antes de conocerte.
Cheza se inclinó hacia adelante, un poco más interesada.
—Los humanos creen que las estrellas son dioses, pero eso no es verdad, son como fuegos de vida. Las estrellas queman su luz para producir todas las cosas, como el aire, el agua, las piedras y los metales, y cuando se hacen viejas, las estrellas explotan y mueren —dijo la Princesa, mientras Mio imitaba un "kaboom" con sus brazos—. Las estrellas se convierten en polvo que cae en la Tierra, y ese polvo es nuestra agua, nuestro oro y nuestros cuerpos.
—¿Entonces todos estamos hechos de polvo de estrellas? ¿No sólo Mawile?
Mio negó con la cabeza.
—Mawile no está hecha de polvo de estrellas, es polvo de estrellas —tradujo la Princesa—. La primera Mawile vino a la Tierra como un meteoro de hierro y estrellas que viajó desde un sitio muy lejano en el espacio, y cayó en nuestro mundo hace mucho mucho tiempo. Era un meteoro muy grande que cayó en una selva y dejó un cráter muy amplio. El meteoro se hundió muy profundo en la tierra, junto con las plantas y pokémon que mató en su caída, pero tenía una voluntad de hierro muy fuerte, y siempre trató de encontrar el camino de vuelta al cielo. Esa voluntad hizo que sus minerales subieran lentamente a la superficie, como cavando hacia arriba, mientras escuchaba a los pokemon y humanos en la cueva que se formó donde cayó. Ellos no sabían que la cueva estaba viva, pero un día, un humano especial llegó a la cueva. Se ocultaba de una tormenta y estaba completamente solo, sin compañeros humanos o pokémon, de modo que empezó a hablar a las paredes sin saber que estaban escuchando.
—¿Todo eso es cierto? —preguntó a Mio, y esta asintió.
—El humano se fue cuando la tormenta cesó, pero estaba tan a gusto en la cueva que volvió una y otra vez, sólo para hablar con la roca y consigo mismo. Le contó historias sobre los pokémon carnívoros, que lo asustaban, pero que debía vencer para ser un hombre de verdad, y le habló acerca de su enamorada, una mujer de su aldea a la que amaba con todo su corazón, pero no se atrevía a confesarle sus sentimientos. La cueva siempre escuchó atentamente, porque esas historias le hacían sentir más cerca del exterior, y el humano, aunque sin ser consciente, entendió que no estaba solo y volvió a la cueva una y otra vez hasta que ocurrió una tragedia.
—¿Qué tragedia?
—Hubo un terremoto mientras el hombre estaba dentro de la cueva, y se produjo un derrumbe. Pasó varios días en la oscuridad, sin agua o comida. La cueva, para ese entonces ya se había enamorado de él, pero no tenía forma de ayudarlo a encontrar la salida ni evitar que se perdiera más, no podía ayudarlo cuando algunos pokémon lo atacaban. Y así, el hombre fue atrapado cuando lo mordió un… ¿un qué?
Mio agitaba sus brazos mientras mostraba los colmillos con la boca abierta y los ojos cerrados.
—¿Un Zubat? —sugirió Cheza.
—Parece que sí. El hombre estaba envenenado, y fue entonces que el amor de la cueva brilló con más fuerza que nunca y se convirtió en un pokémon, con piel de acero y alma de las estrellas. Tomó la dulce forma de la mujer que amaba el hombre, pero al mismo tiempo, la ferocidad de los pokémon carnívoros para asustar a otros y poder protegerlo y sacarlo al exterior. Él nunca supo que la pokémon que lo salvó era la misma alma que lo había escuchado todo el tiempo, pero de todos modos la llevó a su aldea, donde fue reconocido por encontrar un pokémon tan raro y místico, y consiguió el amor de su enamorada.
—Pero la Mawile también estaba enamorada de él… no me digas que causó una tragedia.
Mio hizo una expresión solemne juntando sus pequeñas manos.
—Así es. La Mawile tenía el corazón roto porque el humano no podía amarla de vuelta, y las estrellas en el cielo, a las que tanto ansiaba volver, estaban demasiado arriba. No podía soportarlo; todo en la superficie era inalcanzable, no podía alcanzar las estrellas ni recibir el amor del humano, y estar tan cerca y tan lejos de ambos la hacía sentir una tristeza insoportable, de modo que volvió a la cueva para nunca más salir.
»Sin embargo, él no la había olvidado, y volvió a la cueva por ella. Mawile se escondía siempre que él regresaba, hasta que en un momento, él se rindió y se sentó en una roca, sin saber que Mawile lo observaba, y empezó a hablarle a las paredes, como hacía antes, hasta que se hizo de día y tuvo que volver a su aldea.
»El humano regresó y regresó todas las noches para hablar con ella hasta que se quedaba dormido, y así pasaron los meses, y así pasaron los años, y el hombre se hacía más viejo hasta que, una noche, tras contarle sobre los hijos de sus hijos, y sobre cuánto extrañaba a la pokémon que lo salvó, le dio las gracias a la cueva por una última vez, se quedó dormido y cerró los ojos para no volver a abrirlos jamás. Y fue entonces que Mawile salió de su escondite, vio la sonrisa en el rostro del hombre y depositó un casto beso en su frente como adiós.
La narración había terminado, y Cheza no tenía idea de qué pensar.
—No sabía que podías decir todo eso —confesó a su Mawile, quien saltó a sus brazos emocionada—. Pero es un poco perturbador; una historia de amor entre un humano y una pokémon.
La princesa apartó la mirada.
—Tienes razón.
4 La Ciudad de la Luz
El avión hizo dos escalas más de camino a Kalos. Cheza lamentaba que el jet privado no estuviera disponible, pero al parecer, si no viajaba con un miembro del Alto Mando, no era considerada lo bastante importante. Al menos aún viajaba en primera clase, y aprovechó el tiempo con Uzu para conocer mejor a sus pokémon. Pudo confirmar que Kei estaba perdidamente enamorado de Mio, o que Storm había sido criado en una granja clandestina que producía pokémon variocolor. Sin embargo, no se atrevió a sacar a Charizard o a Sora. No quería saber si la Swellow aún le guardaba rencor por lo de Fay, o si Charizard se sintió abandonado tantos años sin ella. Había puertas que aún no estaba lista para abrir.
Había otras cuestiones de las cuales ocuparse. Con Diantha fuera de la región, Drasna era la líder de facto del Alto Mando, y no podía abandonar la Liga pokémon, de modo que Cheza debía cuidar de la Princesa hasta entonces, descubrir cuanto pudiera de ella y ayudarla a encontrar lo que buscaba. Para efectos prácticos se había convertido en su niñera.
Uzu insistía en que quería conocer la ciudad de Lumiose, pero un obstáculo se presentaba ante ellas: su vestido era, por un lado, demasiado ostentoso, y por el otro, demasiado viejo y maltratado, y lo último que deseaba ers convertirse aún más en el centro de las miradas, de modo que su primer destino fue la avenida Vernal.
—Vamos a conseguirte algo de ropa decente.
—Quiero uno de esos.
La princesa señalaba a una pantalla que mostraba la presentación de una performer que, acompañada de una Mega-Lopunny, bailaba al son de una melodía sugestiva con un traje exageradamente revelador.
—No mientras estés conmigo.
Discutieron por las próximas horas. Uzu podía ser tan necia como ella, y tan caprichosa que empezó a pensar que tal vez sí era una princesa. Recorrieron tienda tras tienda, buscando algo que les gustara a ambas, y llegaron a un acuerdo con aquel disfraz de Flygon. La princesa, sin embargo, no estaba del todo contenta.
—No queda un solo disfraz de Greninja en toda la ciudad, son demasiado populares.
—No es cierto; quería el de Mawile.
—No te quedaba, son para niñas pequeñas.
—¿Y el de Salazzle?
—Era demasiado vulgar —se cruzó de brazos—. No vas a caminar conmigo vestida así. Además, los Flygon son lindos.
—¡Pero los colores no con concuerdan!
Cheza se golpeó la frente con la palma de la mano. ¿Por qué su Flygon tenía que ser precisamente variocolor? ¿Y por qué tenía que vestirse como uno de sus pokémon? Tal vez le hacía sentir menos sola, pero por sí misma, Cheza no tenía una opinión muy elevada de las performers; matándose de hambre para entrar en esos vestidos y aprender a ser muñequitas lindas para adornar eventos de gala hasta que se hicieran mayores y cayeran en el olvido. No hace mucho que había acudido a una de esas fiestas y vislumbró, al otro lado de la galería, a una de esas performers en su bonito vestido, con su cabello rubio en un bonito peinado y sus bonitos ojos azules completamente desprovistos de vida. Se le quedó mirando disimuladamente, presenciando cómo parecía perder el control y echando a correr a la calle, dejando uno de sus bonitos zapatos de tacón a su paso, como si de pronto se hiciera consciente de lo vacía que era su bonita vida. Le había causado tanta impresión que no había podido olvidarla, y a menudo volvía a recordar a aquella chica, preguntándose qué había sido de ella.
Pero la princesa no entendía nada de eso. Lo único que quería era parecer un Greninja.
—Está bien. Ahora podemos ir a donde quieras, ¿dices que ya has estado en Kalos?
—Sí, pero Lumiose era diferente… ¿qué es esa torre en el centro?
—¿La Torre Prisma? Es un gimnasio. Los entrenadores luchan ahí contra Clemont.
—Ahí estaba el castillo, hasta que fue destruido cuando ellos pelearon.
—¿Quiénes? —Drasna la había obligado a aprender historia regional, y era cierto que antes hubo un castillo en ese lugar, pero fue derribado cientos de años atrás por la propia familia real ya que dejó de ser habitable. No sabía nada de una pelea.
—No importa —Uzu bajó los ojos, haciendo la misma expresión perdida que vio en el avión—. No es el mismo.
—Si quieres podemos ir y ver una batalla, o podemos seguir caminando por si recuerdas algo. O podríamos ir al museo.
—¿Museo?
—Es un sitio donde guardan obras de arte y… mejor te muestro.
Contra sus expectativas, Uzu no mostró el menor interés en las pinturas del museo Lumiose, pero se divertía presionando los botones de las grabaciones y escuchando las descripciones de las pinturas una y otra vez.
—¡Mira esta! —le dijo tomando su mano y corriendo al otro lado del museo, mientras Cheza trataba inútilmente de controlarla. Lo que tanto había llamado su atención era un cuadro traído de Hoenn que presentaba a un Psyduck guiñando un ojo al frente, sobre un fondo rosa, rodeado de brillos y corazones.
«¡Guíñanos un ojo! El bonito Pokémon Pez»
Cheza no pudo evitar reír. Entre tantas obras serias, ese retrato parecía obra de un niño. ¿Qué hacía en una galería tan destacada? Tal vez alguien con mucho dinero y poco talento había pagado para que la expusieran y alimentar su ego. Tal vez había sido Diantha. Estuvo a punto de comentar algo, pero Uzu se había movido a otro cuadro que miraba fijamente. Presionaba el botón de la grabación como si quisiera romperlo, pero ninguna voz salía de los parlantes.
—Está roto —le dijo con expresión vacía; Cheza miró el cuadro y lo reconoció.
—Aún no está lista la grabación, acaba de llegar. —Más información que había tenido que memorizar por si alguien importante quería visitar el museo y no debía parecer inculta—. Se llama "El Despertar".
El lienzo mostraba un paisaje rojizo, como una ciudad en llamas, iluminado por una luna azul en el fondo. Al frente, siete pokémon parecían luchar entre sí.
—Representan los pecados capitales. Éste de aquí, Guzzlord, es la gula; Celesteela, que parece una nave, es la pereza, Buzzwole es la ira; Nihilego, la envidia; Xurkitree la avaricia y Kartana es el orgullo.
El cuadro le causaba una sensación desagradable. No era solamente el estilo extremadamente realista, es que recordaba a algunos de ellos de sus días en Aiwass, cuando eran armas de destrucción masiva a manos del Alto Mando, y estaba aquella historia que Killiha le había contado sobre el veneno de Nihilego.
En cambio, la Princesa reía.
—Kartana es el orgullo, ¿uh? Qué apropiado —apuntó con su dedo a Pheromosa—. ¿Y ella?
—Pheromosa es la lujuria.
Las carcajadas de Uzu se hicieron más fuertes, al grado que un empleado del museo las miraba con desaprobación.
—¿Y quién decide eso? ¿Quién dice que son pecados?
—El artista viene de Alola, al parecer es un "Faller", o una persona que atravesó un portal y acabó en un mundo desconocido —la miró de reojo, esperando una reacción—. Según se dice, lo que vio al otro lado lo impresionó tanto que se inspiró a pintar este cuadro.
—Eso no significa que sean malos —insistió la princesa—. Son como nosotros, como los pokémon. El "pecado" es una invención de los dioses para todo lo que no les gusta.
—¿Dioses?
—Lele, Fini, todos ellos…
—¿Pokémon legendarios? —preguntó, pero no dijo más. Killiha le había contado que, para la gente de Alola, los pokémon eran venerados como dioses.
—Dioses, legendarios. Son lo mismo —replicó con desdén. Cheza recordó a Devastal, que se refería a sí mismo como un dios, pero tenía el carácter de un niño.
—Puede ser, pero a fin de cuentas son sólo pokémon…
Buscó a Uzu con la mirada, y la encontró algunos metros más lejos, mirando un cuadro diferente.
—Quiero irme de aquí —dijo de repente.
—¿Qué pasa?
—Que quiero irme de aquí. Vámonos.
Giró sobre sus talones y caminó hacia la salida. Cheza volvió la vista hacia aquel cuadro, en el que un ave de intensos ojos azules alzaba el vuelo.
5 Un Arco a través del Éter
Llevaban dos días en Lumiose, esperando a que la jefa de Cheza volviera. La princesa que no era princesa tenía un bonito apartamento en la ciudad, y Uzu había aprovechado el tiempo para adaptarse a ese mundo y su tecnología. También conoció al resto de sus pokémon, que vagaban libres por el jardín, a diferencia de cuando estaba de viaje.
Cheza estaba ocupada en la cocina, de modo que Uzu la esperaba mirando la televisión. No encontró más capítulos de "Shots de Vodka y Amour", pero acabó atraído por esa película "Diez Cosas", y al terminarla le gustó tanto que buscó una continuación, o lo que fuera, y acabó viendo una entrevista con los actores. El chico que hacia el papel de Green era un tal Liber al vel Legis, quien fuera de su papel tenía el cabello rubio y los ojos azules, además de un pequeño pollito sobre su hombro.
—Y cuéntanos, ¿qué se siente trabajar en una producción de este nivel, compartiendo escena con estrellas como Diantha?
—Honestamente, fue una pesadilla —rio, y lo acompañaron risas de fondo—. Es mi primer papel protagónico y todos los demás actores tienen más experiencia que yo. Cada vez que rodaba una escena temblaba de miedo por hacerlo mal, y así fue; pero el director me tenía paciencia y rodábamos las veces que hiciera falta para que saliera bien.
—Pero en "La Tempestad/Del Espacio" también trabajaste con Leon y Nessa.
—Eso es diferente, ahí era el alivio cómico y no importaba mucho si cometía un error.
—¿Te sientes más a gusto en los papeles cómicos?
—Tal vez. Me gusta pensar que hago reír a alguien; que si alguien tuvo un día difícil; puede encender la televisión, buscar una película y reírse por mi trabajo. Siento que si logro mejorarle un poco el día, vale la pena.
La reportera lo miró con suspicacia.
—Casi parece que hablas de alguien en particular…
La pantalla se puso negra, y Uzu vio en ella el reflejo de Cheza, un poco nerviosa.
—La TV te come el cerebro —le dijo. En la mano derecha tenía una taza con forma de Charmander, y en la izquierda, una de Riolu. Le extendió esta última a Uzu, quien sintió el aroma del té cuando la tuvo entre sus manos.
—Mi padre decía lo mismo: "esos libros te van a comer el cerebro" —sonrió.
—¿De qué trataban esos libros?
—Pokémon que comían cerebros —rio, pero Cheza, aunque mantenía una sonrisa en el rostro, parecía seria.
—Tenemos que hablar —se sentó en un sofá a lado del suyo y puso su taza sobre la mesita ratona en el centro de la sala.
Uzu asintió.
—Aún no crees que sea una princesa, ¿verdad? Pero aún me estás ayudando.
—No sé si eres una princesa —respondió, jugando con el collar que siempre usaba entre sus dedos—, pero estoy dispuesta a creer que hablas con los pokémon, y que vienes de otro mundo.
—¿Por qué sí me crees en eso?
—Tengo mis razones —empezó a morder su collar, casualmente, como si no supiera que lo hacía—. Conozco a alguien que tal vez se perdió en otro mundo.
—Y crees que te puedo ayudar.
—Tal vez —aceptó—. Pero necesito que me digas la verdad. Es una persona muy importante para mí. Quiero ayudarte, pero también quiero que me ayudes a mí, y para eso tenemos que decirnos la verdad, para poder confiar la una en la otra.
—¿Tú también me dirás la verdad?
—¿Disculpa?
Uzu puso una mano sobre su propio cuello.
—Siempre estás mirando mi cicatriz. No me parecía tan extraño, pero luego vi la de Charizard y escuché su historia y todo tuvo sentido.
Cheza apartó la mirada con incomodidad.
—Y luego hablé con Sora.
El medallón cayó de su boca y quedó colgando sobre su pecho. Lo entendió; lo sabía; esas líneas que nadie debería cruzar; el punto de no retorno; el horizonte de eventos.
—¿Tú también lo hiciste, verdad? ¿Por eso quieres ayudarme?
Cheza la miró fijamente con esos ojos claros y ambarinos
—Sí. Y también no.
—Explícate.
—Tú primero. También te he estado observando, y noté que sabes mucho de Kalos, pero no de esta Kalos. Vi tu reacción cuando hablamos de los Ultraentes, y vi cómo veías ese cuadro con Yveltal. Te veo cuando se te olvida sonreír ¿Qué fue lo que pasó?
Uzu bajó la cabeza, y volvió a alzarla con una expresión vacía.
—Le hice daño. Él me lastimó a mí, así que lo lastimé de vuelta, y ambos nos perdimos. Todo fue una tontería, y para cuando me di cuenta era demasiado tarde. Pensé que podía acercarme a él si moría, pero cuando volví a despertar, me di cuenta de que eso no era todo. De verdad había tratado de morir. De verdad ya no quería vivir, y una vez que sabes eso, ya nada tiene el mismo sentido. No puedes regresar a lo que eras.
—Eso no es cierto —replicó Cheza en un tono sereno, pero lleno de convicción, y dejó que el silencio se extendiera entre ellas por un momento. Uzu la miraba a los ojos intentando descifrar sus pensamientos, pero lo único que le transmitía era seguridad.
—También estuve ahí. También crucé esa línea, pero me trajeron de vuelta —negó con la cabeza—, me traje de vuelta. Fue un proceso lento y doloroso. Aún tengo pesadillas, y aún estoy tratando de perdonarme, pero pude volver, igual que puedes tú.
»Mi tía es la persona más increíble que he conocido. Parecía perfecta en todo lo que hacía, hasta que un día, desapareció. Yo también estaba perdida, y cuando me encontré, traté de buscarla a ella por todas partes. Y cuando por fin nos vimos de nuevo, tenía la misma mirada que tú; la misma que yo debí tener entonces. Los ojos de alguien que se rindió. De alguien que sólo trata de suicidarse de otra forma. Esa fue la última vez que hablamos. Ella me pidió algo que no pude aceptar, quería que tomara su lugar, y se molestó cuando lo rechacé, pero no podía hacer nada. Aún tengo que encontrarla.
«No importa en qué clase de mundo esté».
6 Ojos Azules
—¡Esa película fue horrible! —se quejó la princesa.
—A mí no me pareció tan mala.
—¡Pero ese Celebi fue un cretino! Carol hizo todo lo posible por salvar a su hija y aún así la mató.
—Es una película de terror, se supone que termine mal.
—Carol no hizo nada malo.
—El mensaje es que no debes jugar con las líneas del tiempo.
—El único que estuvo jugando fue Celebi, y al final echó la culpa a Carol. ¡Todos son iguales!
Cabeza se encogió de hombros. Empezaba a acostumbrarse al antiteísmo de Uzu, y en general, empezaba a acostumbrarse a ella. Llevaban una semana juntas, y cierta parte de Cheza prefería que las cosas siguieran así, al menos hasta que Diantha volviese.
Pero también sabía que las cosas nunca eran tan simples.
—Al fin te encuentro, princesa.
Una voz como el tañido de una flauta las llamó. A cierta altura sobre ellas, un chico las miraba con las manos en los bolsillos. Vestía de negro y gris, y el cabello, igual de oscuro, lo llevaba atado en una coleta corta, pero lo que más destacaba en él eran esos ojos azules como esquirlas de hielo que parecían emitir su propia luz. Eran tan intensos que a Cheza le tomó un momento notar que estaba parado literalmente sobre el aire.
—¿Qué demonios…?
Un psíquico, como Miriam. Gente con capacidades sobrehumanas.
—¿Qué es lo que buscas? —preguntó, justo al momento en que Uzu tomó su mano.
—Fue él. Él nos atacó cuando llegamos a Hoenn.
El chico abrió las manos con gesto dramático.
—¡Qué mentira! Yo sólo quería hablar con ustedes, y tu amiga se puso violenta —sonrió—. Tuve que ocuparme de ella.
—¿¡Qué le hiciste!?
Uzu trató de saltar hacia él, pero esta vez fue Cheza quien la sujetó por la muñeca sin dejar de ver al otro joven.
—No tengo idea de quién seas, pero por la autoridad de la Liga Pokémon ordeno que te detengas y nos digas tus intenciones…
En apenas un instante, el chico desapareció y volvió a aparecer frente a Cheza, de rodillas y con su mano sujeta entre las suyas.
—Podemos hablar todo lo que quieras — sonrió—, si me dulcificas tu voz.
Y volvió a desaparecer. Justo a tiempo para evitar un Pulso Umbrío. Su Greninja había escapado de la Pokéball y atacó para protegerla aún antes de materializarse por completo.
—Supongo que no tienes idea de quién soy —amenazó mientras Kei tomaba posición a su lado, pero el chico no parecía intimidado.
—¿Una performer de mal carácter?
—¡Hidrobomba!
Volvió a desaparecer, y a aparecer al otro lado de la calle vacía, extendiendo una mano hacia el anfibio, que se vio presa de una poderosa parálisis.
—Una lástima que tu Greninja sea tan especial. A uno común y corriente no le afectaría esto.
—¿Estás seguro? ¡Rayo Hielo, por todas partes!
Kei asintió, saltando hacia atrás con una voltereta. Su piel se volvió blanca y su aliento congeló toda la acera a su paso, pero el joven esquivó cada uno de sus disparos con la misma facilidad.
Justo como Cheza esperaba.
Greninja atacó con su lengua. El chico volvió a teletransportarse para esquivar y moverse algunos metros a la derecha, y su pie resbaló sobre el hielo. En ese momento de confusión, Kei cambió la trayectoria de su lengua para golpear como si fuera una maza y lanzarlo contra un bloque de hielo más grande.
—Tu última oportunidad —insistió Cheza. Unos pocos trucos de magia no la impresionaban. Ella era la heroína de Aiwass que había engañado al mismo Devastal.
—Qué fría —se quejó el chico al otro lado del hielo—. Tenemos que calentar las cosas.
Lo siguiente que vio fue una explosión de vapor. El chico parecía intacto, salvo algunos raspones en un chaqueta, y a su lado, las fieras llamas de un Quilava ardían amenazantes.
—Es por Kaz, Tey. Tenemos que ganar.
Rodó sobre sí mismo, encendiendo su pelaje en una Rueda Fuego a gran velocidad. Kei contraatacó con otra Hidrobomba que el chico desvió con su propio poder, pero que permitió al Greninja cambiar de tipo para resistir su embestida. Aún así, la fuerza fue tal que lo impulsó con tanta violencia hacia atrás que Cheza tuvo que atraparlo para evitar que se hiciera daño.
—¿Eso es todo? —le retó. El chico parecía contrariado.
—¿Sin quejas de que hago trampa ayudando a mi pokémon?
—Siempre y cuando no trates de boxear…
Cheza sintió las manos de Uzu sobre sus hombros. La princesa se ocultaba detrás de su espalda.
—Quiero decirte que, aunque mis capacidades de combate son nulas, cuentas con todo mi apoyo moral.
—¿Es en serio? ¿Vas a usarme como escudo?
—¡No te distraigas!
El Quilava lanzó una Llamarada que Kei contrarrestó con su Pulso Umbrio. Era menos potente, pero el chico psíquico no podía controlarlo. Era una pelea injusta, pero se sentía motivada a ganarla. Hacía tanto tiempo que no tenía una batalla…
—¡Paranormal!
Kei produjo una onda de energía psíquica que aturdió a Tey por un momento, lo suficiente para dejarlo vulnerable a un doble Tajo Umbrío.
—¿Qué te pareció eso? —rio. ¿Hacía cuánto que no podía decir algo como eso? ¿Que debía reprimirse detrás de una sonrisa para evitar un conflicto político? No lo sabía.
—Pantalla de Humo —ordenó el chico, tratando de recuperar terreno, pero no serviría de nada.
—Danza Lluv…
Un estruendo resonó en sus oídos, ahogando incluso sus propias palabras. Un fogonazo blanco había pasado frente a ella y derribado a Kei en apenas un segundo. Volteó a ver a su oponente, tan confundido como ella, y su Quilava recibió un ataque similar con idéntico resultado. El siguiente fue el propio chico, quien cayó de rodillas cuando ese destello de velocidad diabólica lo golpeó en el vientre y, cuando temía que la atacara a ella, Uzu se interpuso entre Cheza y aquella criatura.
—¿Pher? —preguntó Uzu, y el fantasma blanco se detuvo. Era un insecto sumamente delgado y femenino, más alto que cualquiera de los presentes. Parecía frágil, pero al menos era lo bastante fuerte para noquear a ambos pokémon con suma facilidad.
—¡Pher! —Insistió la chica, y tanto ella como el pokémon se fundieron en un abrazo ante la mirada atónita de Cheza.
—No me digas que ella es tu amiga.
—Sip. Nos separamos al llegar, ¿Verdad, Pher? ¿Dónde has estado?
Y cuando creía que la situación había alcanzado su límite de rareza, escuchó esa voz enfadada en su cabeza.
"Hermano, ¿qué fue lo único que te dije que no hicieras?"
—Empezar una pelea —gimió en el suelo, sujetando su costado.
"¿Y qué fue lo que hiciste?"
—Empezar… una pelea.
7 Ojos Rojos
Sus nombres eran Vega y Karen Sericci, dos hermanos originarios de Johto que poseían enormes poderes psíquicos. El mayor, Vega, disfrutaba de hacer bromas y meterse en problemas sabiendo que su don lo sacaría de cualquier apuro, pero su hermana, esa niña de cabello opaco y levemente grisáceo, era un prodigio a un nivel completamente diferente.
—Pero lo que no le dio la suerte fue un cuerpo más saludable —confesó su hermano, estando todos reunidos en su habitación de hospital, con el Quilava acurrucado sobre los pies de su hermana—. Hemos viajado de una región a otra buscando un sitio que mejore su condición, y el hospital de Lumiose tiene mucho presrigio.
—Lo que a mí me falta en salud, le falta a Vega en sentido común —replicó la chica, quien no soportaba provocar lástima, y miró a Uzu—; queríamos hablar contigo, pero tenía que hacer las cosas más complicadas.
—Estaba aburrido —se quejó el hermano haciendo un puchero—. No creí que se lo tomarían tan en serio.
—¿Puedo ver eso? —preguntó la hermana menor señalando los goggles de su disfraz de Flygon
—¿Por qué querían hablar conmigo? —dijo Uzu mientras se los daba y esta los hacia girar entre sus manos.
—Hace algún tiempo que Kaz tiene un mal presentimiento —respondió Vega—. Una sensación de que algo peligroso se acerca y se hace cada vez más fuerte. Últimamente lo siento también.
—Algo desconocido, de una dimensión diferente —prosiguió la menor—. Y luego empezaron las visiones. Una niña parecida a mí, un joven igual a mi hermano y esos ojos rojos.
Cheza sintió un escalofrío recordando sus propias pesadillas.
—No parecen malvados, pero ocultan algo peligroso, y no sabemos qué es.
—Sentimos tu llegada a este mundo —dijo la chica en la cama a la princesa—, y tratamos de establecer contacto. Siento mucho que mi hermano no pueda controlar sus impulsos infantiles.
—Ya dije que lo siento —suspiró, sin sentirlo de verdad—. Sólo quería separarlas para gastarles una broma, pero cuando volví a por ti en Hoenn, habías desaparecido.
—¿Quieres decir que te teletransportaste todo el camino de Hoenn a Kalos? — preguntó Cheza incrédula. El chico no reprimió una carcajada.
—¿Qué? No, fui en Ferry como la gente. Nadie podría hacer esa clase de salto.
Uzu negó con la cabeza.
—No conozco a nadie como dicen, de ojos rojos que sea peligroso. Nosotras sólo nos perdimos, pero buscamos algo más.
—Y nosotros queremos un poco de paz —se quejó Vega fingiendo inocencia, pero Cheza se quedó pensativa. Viajes entre mundos y poderes psíquicos. Era lo más cerca que había estado de Cynthia en años.
—Tal vez podamos seguir hablando al respecto —sugirió, pero el mayor de los Sericci negó con la cabeza.
—No nos vamos a quedar. Éste hospital tampoco puede hacer mucho por Kaz. —Pasó una mano por el cabello de su hermana menor—. Ya encontraremos otro en otra región.
«¿Y si?»
8 Camino a la Respuesta
El final, pese a sus protestas, llegó acompañado de Diantha. La campeona escuchó atentamente la historia de Uzu sin interrumpir, como si creyera cada palabra y, al terminar, le aseguró que podía ayudarla.
—Claro que sí —murmuró Cheza con sorna—. Los caminos a otros mundos están a la vuelta de la esquina.
—Te sorprenderías —le dijo la campeona, que conocía su propia región mejor que nadie.
Al día siguiente las llevó a la Cueva de los Reflejos. Cheza ya la había explorado y no creía que fuera gran cosa.
—La mayor parte del tiempo, no lo es —concedió Diantha—, pero los milagros siempre llegan para el que sabe esperarlos, y el juego de espejos es sólo la primera capa de la cueva.
El grupo lo componían Diantha, Cheza, Uzu, Mio y Pheromosa. La pequeña Mawile parecía más animada de lo normal. Lo cierto es que, después de esa semana con la princesa, no volvería a ver a sus pokémon de la misma forma.
—Aquí —dijo Diantha cuando se detuvieron frente a una de esas formaciones de cristal—. ¿Notan algo raro?
Cheza no vio nada. Parecía otro de esos cristales perfectamente normal que reflejaba el mismo paisaje aburrido de la cueva, y entonces lo entendió.
—Nuestros reflejos. No están.
—Precisamente —pasó sus dedos de muñeca por la superficie sólida produciendo ondas como si hubiera tocado el agua, y entonces se volvió hacia Uzu—. Su Alteza, este es un camino a otra dimensión.
—Como en la película —sonrió.
—Y como en la película, no puedo garantizar que sea lo que busca, o que resolverá sus problemas.
—Entiendo —Uzu asintió y dio un paso adelante, pero Cheza la retuvo por el brazo.
—Piensa antes de hacer las cosas. Ni siquiera sabemos si funciona, o si te llevará a tu propia dimensión.
—No importa —se encogió de hombros—. Seguiré buscando.
Se tomó un momento para atravesar esa extraña pared con su mano, y en el último momento se dio vuelta para envolver a Cheza entre sus brazos.
—Suerte encontrando a tu tía.
Mientras le devolvía el abrazo, Cheza reflexionó acerca de qué se trataba. Su relación había sido una casualidad; se conocían por la mayor de las conveniencias y, en última instancia, sus caminos tomaban rumbos distintos. Pero aún así, se había formado un vínculo. Aún así, sus vidas se habían sacudido la una a la otra.
—Suerte encontrando tú también.
Se sorprendió a sí misma prolongando el abrazo. Tan pronto como la soltara, no volverían a verse. Uzu parecía entender, y mantuvo la postura todo el tiempo que Cheza quiso, hasta que, cuando se separaron, volvió a quitarse aquel collar de oro blanco y lo dejó en manos de la rubia.
—¿No dijiste que era una herencia familiar importante?
Por respuesta, Uzu levantó una solapa de su chaqueta de Flygon.
—Estamos iguales.
Abrazó a Mio, agradeció a Diantha y cruzó junto con Pheromosa a través del breve sendero entre las dimensiones, y mientras la veía desaparecer, sintió que aún quería decirle un montón de cosas. Decirle que no se lastimara, que la extrañaría, que debía personarse a sí misma; que la última semana había sido muy divertida.
Diantha respetó su silencio, al menos hasta que salieron de la cueva.
—A decir verdad, no vine solo a ayudarte con esto.
—Me lo suponía. ¿Se trata de trabajo?
—No, y sí. Recibimos una carta que te concierne. Del Alto Mando de Sinnoh.
Cheza hizo silencio. Esperaba esa carta desde la última vez que vio a Cynthia. Sabía que vendrían a buscarla, pero hasta ese momento, no sabía cuando. Las agujas del reloj habían vuelto a moverse.
—Es una invitación formal.
Y el péndulo volvía a oscilar sobre el eje del tiempo.
Está bien. Con una condición.
Feliz Cumpleaños
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