26 Oct 2020
08:08 AM
Palabras -
08:08 AM
Palabras -
~ INTRODUCCIÓN ~
Nunca sé como empezar a escribir, y eso que invierto un valioso tiempo de mi vida en ordenar mis ideas...Pero supongo que debería ordenar mi vida antes de mis nociones.
En fin...Comenzaré desde el inicio.
Mi nombre es Lynae, y fui Campeona Pokémon de la liga de Sinnoh durante tres años, tres largos años, hasta que todo cambió.
Empecé mi largo recorrido desde la fría Ciudad Puntaneva, localidad situada al norte de la región y conocida por sus fuertes ventiscas y, sobretodo, por los secretos que alberga el templo.
Un templo, pensarás, no es para tanto... Hasta que no lo has vivido.
Mi madre fue Inverna, líder de gimnasio de mi urbe, y debido a eso pertenecí al culto de Regigigas (el feroz guardián del templo) durante toda mi infancia, y junto a mi vecino y mejor amigo Hino, hasta que inicié mi viaje por todo Sinnoh con el objetivo de cualquier niño capaz de soñar: derrotar a los ocho líderes, enfrentarse al Alto Mando en la Liga y ganar el título de Campeón de la región.
Lo conseguí, sí, pero a un alto precio, un precio del cual me hubiera encantado prescindir si lo hubiera llegado a saber antes...
~ONE-SHOT: AQUÍ ESTOY~
Tras derrotar a Cynthia, la actual campeona, pude apreciar un leve rictus de rabia en su rostro, y era completamente normal, ya que su equipo, entrenado con tan esmero, había sido derrotado a manos de un solo Pokémon: mi fiel Froslass.
Así que, con total resignación por su parte, me fue otorgado el título de la nueva Campeona Pokémon. Y lo disfruté. Lo disfruté como nunca antes había gozado absolutamente nada.
Ocupé su puesto al cabo de unos días, y la verdad, estar ahí era un sueño: Tan solo ver las caras de todos los jóvenes que venían a enfrentarse a mi, ilusionados, y como les cambiaba al ser derrotados, era todo un espectáculo, creía que podía acostumbrarme a esa sensación toda mi vida. Creía.
Pronto, mi fama se fue extendiendo. Me llamaban de muchísimas formas, pero mis títulos favoritos eran: Lynae "la invencible", Lynae "la gélida" y Lynae "la impasible". Sonaba tan bien...
La fama me fue trastornando poco a poco y al final se volvió una obsesión, la simple idea de que alguien fuera capaz de abatirme me perturbaba hasta el último atisbo de mi conciencia, y, evidentemente, no iba a dejar que nada así sucediera.
Me concibieron entrevistas para la televisión, la radio, el periódico... Yo usaba los medios para extender mi imagen de imperturbable, así mis rivales, una vez llegados al campo de batalla, se mostrarían más vulnerables al verse amenazados debido a mi presencia.
Cambié un poco mi estilo también, me renové, adapté mi look al papel que representaba, y funcionó muy bien.
Todo iba sobre ruedas, mantuve el título de Campeona de Sinnoh durante dos años y medio.
Dos años y medio sin ser vencida.
Dos años y medio pisando a todos mis rivales.
Dos años y medio atiborrándome de las mismas caras de decepción.
Si nadie en dos años y medio me había vencido todavía, nadie lo iba a hacer, o eso pensaba...
Un día, mis compañeros del Alto Mando me advirtieron, por primera vez desde que ocupaba mi lugar.
-Ten cuidado Lynae, es un entrenador excelente -Dijo Fausto, mientras ponía su mano en mi hombro- Quizá te cueste y todo...
-He sido derrotada solamente con un Pokémon...Hacía tiempo que no veía nada así... -Gaia parecía afligida, su mirada se dirigía a la nada, pensativa.
Delos no apartaba la vista de su libro, la conversación parecía no importarle demasiado, o eso aparentaba.
-Me parece que tendrán que cambiarte el título a "la casi invencible" -Añadió Alecrán, mofándose.
Fulminé al pelo verde con la mirada y dejó de reír en ese mismo instante, pareció que había retrocedido debido a la impresión.
-Eso no va a pasar. -Garanticé al instante en el que volteaba y reprendía mi camino hacia el campo de batalla, a espera de mi adversario.
Justo al entrar, noté una presencia a mi espalda, así que avancé con cautela y me posicioné, lo que no sabía era la magnitud de la sorpresa a la que me iba a enfrentar al girarme y verle la cara a mi contrincante.
-¡Hino! -Exclamé estupefacta, por primera vez en mucho tiempo.
-Aquí estoy.
No sabía cómo sobrellevar el hecho de tener a mi mejor amigo frente a mi, dispuesto a batirme en duelo. Decidí, pues, que no dejaría que mis emociones influyeran.
No importaba quien era.
No importaba por cuanto hubiéramos pasado.
No importaba nada.
Había cambiado.
Ya no era la misma.
Debía mantenerme.
-¿Has ganado a todo el Alto Mando solo utilizando un Pokémon? -le espeté, con cara de asco.
-Al igual que hiciste tu en su momento -Añadió, sonriente, mientras me guiñaba el ojo.
Me sonrojé, pero lo disimulé al instante. No podía mostrarme débil ante el oponente, era una de las reglas que me había inculcado, y no iba a incumplirlas.
-Usaremos solo un Pokémon, entonces.
-Solo me hará falta uno. -Dijo Hino, sacando una pokéball.
El combate dió inicio. Saqué a mi Froslass y Hino, a mi sorpresa, sacó a un Mamoswine.
Froslass danzaba, hacía acto de un baile distinto al que solía hacer, normalmente valsaba segura de si misma, pisaba fuerte, no dudaba ni un segundo, al igual que yo.
Ahí es cuando supe que algo iba mal.
Froslass parecía... Asustada.
Primero, no le dí importancia, seguí ordenando la ofensiva, ella se limitaba a cumplir mis órdenes y esquivar los ataques de su contrincante.
Sin embargo, no podía parar de preguntarme ¿Porqué debería asustarse Froslass de un Mamoswine?
Estaba acostumbrada a verlos, mi madre tenía uno.
Observé detenidamente el Pokémon de Hino.
Algo no iba nada bien.
De repente, me dí cuenta de lo que había estado pasando por alto todo este tiempo.
Hino no usaba Pokémons de hielo.
No le gustaban.
-Odio los Pokémons de tipo Hielo -refunfuñaba Hino.
-¿Porqué? Son preciosos. Mi mamá está rodeada de ellos. Y tu también.
-Precisamente por eso, como vivimos en la nieve no paro de verlos...A mi me gustan los pokémons de tipo fuego.
-¿De tipo fuego? -Solía preguntar
-Hemos tenido esta conversación mil veces, Lynae -Añadió, suspirando- Es porque el fuego derrite al hielo.
Si no le gustan...¿Que hace con un Mamoswine?
Su pokémon embistió con una fuerza descomunal a Froslass y, esta vez, no le dió tiempo a evitar el ataque.
-No pareces tan impasible, querida -Rió Hino.
-¿El fuego no derretía al hielo? ¿Porqué usas a Mamoswine?
-Tu madre estaría contenta si estuviera viendo el combate, al menos alguien le da uso a sus Pokémons en su ausencia.
Me quedé sin aire.
¿Ausencia?
¿Mi madre?
¿Sus Pokémons?
Solicité parar el combate.
Y paró.
-¿Q-que insinuas? -balbuceé, demasiado nerviosa para mi gusto.
-Tu madre salió a buscarte porque hace dos años y medio que no vuelves a la ciudad, y no volvió.
-¿Como que salió a buscarme? ¿Porqué?
-Quería evitar una tragedia.
-¿Una tragedia...? -La angustia se estaba apoderando de mi muy rápido.
-¿No sabes lo que le sucede a la gente perteneciente al culto de Regigigas que no hace ofrendas en más de medio año? -Respondió Hino, demasiado serio como para tratarse de él, y con una voz que nunca le hubiera atribuido.
Me quedé sin aliento.
-Veo que ya te has dado cuenta que he venido a hacer aquí -Tras esas palabras mostró una sonrisa, una sonrisa de culpabilidad y tormento- Lo siento...
Retrodecí, lentamente, quise correr, pero las piernas no me respondían.
Hino se acercaba, hasta que se postró delante mio.
Me encontraba muy confundida.
¿Porqué se arrodillaba ante mi?
-Oh, mi señor Regigigas, alabo su presencia.
¿Regique?
Me giré, lentamente, temiendo lo peor.
Un grito ahogado.
Todo lo demás era oscuridad.
Han pasado tres años desde que inicié mi viaje por Sinnoh. Todo ha cambiado, a una velocidad abrumadora. Voy a morir, es mi condena, condena producto de una religión con unas leyes desorbitadas, una religión de la que realmente nunca he formado parte.
Pero mi madre si.
Y está muerta.
Murió por querer advertirme.
Froslass reposaba sobre mi pierna, abrazándome muy fuerte. Ella sabía lo que sucedería. Por eso me estrechaba con tanto empeño.
-Ojalá no te hubieras dejado cegar por la fama y hubieras vuelto a casa, las cosas hubieran sido distintas... -Repuso una voz distante, con un matiz de aflicción.
Era Hino. Hubiera reconocido esa voz en cualquier lugar del mundo, bajo cualquier circunstancia.
Quise hablar, pero la voz no brotaba de mi.
Hino cerró la puerta.
Las cadenas me oprimían las extremidades.
Escocía.
Que remedio...
Deberé escribir todo esto...Si no...
Habré muerto y Hino nunca sabrá que estoy enamorada de él.
Nunca sé como empezar a escribir, y eso que invierto un valioso tiempo de mi vida en ordenar mis ideas...Pero supongo que debería ordenar mi vida antes de mis nociones.
En fin...Comenzaré desde el inicio.
Mi nombre es Lynae, y fui Campeona Pokémon de la liga de Sinnoh durante tres años, tres largos años, hasta que todo cambió.
Empecé mi largo recorrido desde la fría Ciudad Puntaneva, localidad situada al norte de la región y conocida por sus fuertes ventiscas y, sobretodo, por los secretos que alberga el templo.
Un templo, pensarás, no es para tanto... Hasta que no lo has vivido.
Mi madre fue Inverna, líder de gimnasio de mi urbe, y debido a eso pertenecí al culto de Regigigas (el feroz guardián del templo) durante toda mi infancia, y junto a mi vecino y mejor amigo Hino, hasta que inicié mi viaje por todo Sinnoh con el objetivo de cualquier niño capaz de soñar: derrotar a los ocho líderes, enfrentarse al Alto Mando en la Liga y ganar el título de Campeón de la región.
Lo conseguí, sí, pero a un alto precio, un precio del cual me hubiera encantado prescindir si lo hubiera llegado a saber antes...
~ONE-SHOT: AQUÍ ESTOY~
Tras derrotar a Cynthia, la actual campeona, pude apreciar un leve rictus de rabia en su rostro, y era completamente normal, ya que su equipo, entrenado con tan esmero, había sido derrotado a manos de un solo Pokémon: mi fiel Froslass.
Así que, con total resignación por su parte, me fue otorgado el título de la nueva Campeona Pokémon. Y lo disfruté. Lo disfruté como nunca antes había gozado absolutamente nada.
Ocupé su puesto al cabo de unos días, y la verdad, estar ahí era un sueño: Tan solo ver las caras de todos los jóvenes que venían a enfrentarse a mi, ilusionados, y como les cambiaba al ser derrotados, era todo un espectáculo, creía que podía acostumbrarme a esa sensación toda mi vida. Creía.
Pronto, mi fama se fue extendiendo. Me llamaban de muchísimas formas, pero mis títulos favoritos eran: Lynae "la invencible", Lynae "la gélida" y Lynae "la impasible". Sonaba tan bien...
La fama me fue trastornando poco a poco y al final se volvió una obsesión, la simple idea de que alguien fuera capaz de abatirme me perturbaba hasta el último atisbo de mi conciencia, y, evidentemente, no iba a dejar que nada así sucediera.
Me concibieron entrevistas para la televisión, la radio, el periódico... Yo usaba los medios para extender mi imagen de imperturbable, así mis rivales, una vez llegados al campo de batalla, se mostrarían más vulnerables al verse amenazados debido a mi presencia.
Cambié un poco mi estilo también, me renové, adapté mi look al papel que representaba, y funcionó muy bien.
Todo iba sobre ruedas, mantuve el título de Campeona de Sinnoh durante dos años y medio.
Dos años y medio sin ser vencida.
Dos años y medio pisando a todos mis rivales.
Dos años y medio atiborrándome de las mismas caras de decepción.
Si nadie en dos años y medio me había vencido todavía, nadie lo iba a hacer, o eso pensaba...
Un día, mis compañeros del Alto Mando me advirtieron, por primera vez desde que ocupaba mi lugar.
-Ten cuidado Lynae, es un entrenador excelente -Dijo Fausto, mientras ponía su mano en mi hombro- Quizá te cueste y todo...
-He sido derrotada solamente con un Pokémon...Hacía tiempo que no veía nada así... -Gaia parecía afligida, su mirada se dirigía a la nada, pensativa.
Delos no apartaba la vista de su libro, la conversación parecía no importarle demasiado, o eso aparentaba.
-Me parece que tendrán que cambiarte el título a "la casi invencible" -Añadió Alecrán, mofándose.
Fulminé al pelo verde con la mirada y dejó de reír en ese mismo instante, pareció que había retrocedido debido a la impresión.
-Eso no va a pasar. -Garanticé al instante en el que volteaba y reprendía mi camino hacia el campo de batalla, a espera de mi adversario.
Justo al entrar, noté una presencia a mi espalda, así que avancé con cautela y me posicioné, lo que no sabía era la magnitud de la sorpresa a la que me iba a enfrentar al girarme y verle la cara a mi contrincante.
-¡Hino! -Exclamé estupefacta, por primera vez en mucho tiempo.
-Aquí estoy.
No sabía cómo sobrellevar el hecho de tener a mi mejor amigo frente a mi, dispuesto a batirme en duelo. Decidí, pues, que no dejaría que mis emociones influyeran.
No importaba quien era.
No importaba por cuanto hubiéramos pasado.
No importaba nada.
Había cambiado.
Ya no era la misma.
Debía mantenerme.
-¿Has ganado a todo el Alto Mando solo utilizando un Pokémon? -le espeté, con cara de asco.
-Al igual que hiciste tu en su momento -Añadió, sonriente, mientras me guiñaba el ojo.
Me sonrojé, pero lo disimulé al instante. No podía mostrarme débil ante el oponente, era una de las reglas que me había inculcado, y no iba a incumplirlas.
-Usaremos solo un Pokémon, entonces.
-Solo me hará falta uno. -Dijo Hino, sacando una pokéball.
El combate dió inicio. Saqué a mi Froslass y Hino, a mi sorpresa, sacó a un Mamoswine.
Froslass danzaba, hacía acto de un baile distinto al que solía hacer, normalmente valsaba segura de si misma, pisaba fuerte, no dudaba ni un segundo, al igual que yo.
Ahí es cuando supe que algo iba mal.
Froslass parecía... Asustada.
Primero, no le dí importancia, seguí ordenando la ofensiva, ella se limitaba a cumplir mis órdenes y esquivar los ataques de su contrincante.
Sin embargo, no podía parar de preguntarme ¿Porqué debería asustarse Froslass de un Mamoswine?
Estaba acostumbrada a verlos, mi madre tenía uno.
Observé detenidamente el Pokémon de Hino.
Algo no iba nada bien.
De repente, me dí cuenta de lo que había estado pasando por alto todo este tiempo.
Hino no usaba Pokémons de hielo.
No le gustaban.
-Odio los Pokémons de tipo Hielo -refunfuñaba Hino.
-¿Porqué? Son preciosos. Mi mamá está rodeada de ellos. Y tu también.
-Precisamente por eso, como vivimos en la nieve no paro de verlos...A mi me gustan los pokémons de tipo fuego.
-¿De tipo fuego? -Solía preguntar
-Hemos tenido esta conversación mil veces, Lynae -Añadió, suspirando- Es porque el fuego derrite al hielo.
Si no le gustan...¿Que hace con un Mamoswine?
Su pokémon embistió con una fuerza descomunal a Froslass y, esta vez, no le dió tiempo a evitar el ataque.
-No pareces tan impasible, querida -Rió Hino.
-¿El fuego no derretía al hielo? ¿Porqué usas a Mamoswine?
-Tu madre estaría contenta si estuviera viendo el combate, al menos alguien le da uso a sus Pokémons en su ausencia.
Me quedé sin aire.
¿Ausencia?
¿Mi madre?
¿Sus Pokémons?
Solicité parar el combate.
Y paró.
-¿Q-que insinuas? -balbuceé, demasiado nerviosa para mi gusto.
-Tu madre salió a buscarte porque hace dos años y medio que no vuelves a la ciudad, y no volvió.
-¿Como que salió a buscarme? ¿Porqué?
-Quería evitar una tragedia.
-¿Una tragedia...? -La angustia se estaba apoderando de mi muy rápido.
-¿No sabes lo que le sucede a la gente perteneciente al culto de Regigigas que no hace ofrendas en más de medio año? -Respondió Hino, demasiado serio como para tratarse de él, y con una voz que nunca le hubiera atribuido.
Me quedé sin aliento.
-Veo que ya te has dado cuenta que he venido a hacer aquí -Tras esas palabras mostró una sonrisa, una sonrisa de culpabilidad y tormento- Lo siento...
Retrodecí, lentamente, quise correr, pero las piernas no me respondían.
Hino se acercaba, hasta que se postró delante mio.
Me encontraba muy confundida.
¿Porqué se arrodillaba ante mi?
-Oh, mi señor Regigigas, alabo su presencia.
¿Regique?
Me giré, lentamente, temiendo lo peor.
Un grito ahogado.
Todo lo demás era oscuridad.
Han pasado tres años desde que inicié mi viaje por Sinnoh. Todo ha cambiado, a una velocidad abrumadora. Voy a morir, es mi condena, condena producto de una religión con unas leyes desorbitadas, una religión de la que realmente nunca he formado parte.
Pero mi madre si.
Y está muerta.
Murió por querer advertirme.
Froslass reposaba sobre mi pierna, abrazándome muy fuerte. Ella sabía lo que sucedería. Por eso me estrechaba con tanto empeño.
-Ojalá no te hubieras dejado cegar por la fama y hubieras vuelto a casa, las cosas hubieran sido distintas... -Repuso una voz distante, con un matiz de aflicción.
Era Hino. Hubiera reconocido esa voz en cualquier lugar del mundo, bajo cualquier circunstancia.
Quise hablar, pero la voz no brotaba de mi.
Hino cerró la puerta.
Las cadenas me oprimían las extremidades.
Escocía.
Que remedio...
Deberé escribir todo esto...Si no...
Habré muerto y Hino nunca sabrá que estoy enamorada de él.