04 Jun 2019
06:27 AM
Palabras - (Última modificación: 13 Jun 2019
02:52 PM por Bidoof. Razón: Aumentar espaciado )
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EL PESO DE LOS HUESOS
Era otoño, pese a que el verano se negara a retirarse enviando días de inapropiada calidez, la fresca brisa del atardecer mezclaba perfectamente con el olor a quemado que se desprendía de las lumbres de los distintos hogares.
Con el respaldo del ocaso una criatura salió, rumbo a las montañas, de la aldea de cuyo nombre no puedo acordarme, el Pokémon portaba dos “utensilios” uno de ellos, agarrado por la diestra, era un largo hueso, el otro, en la siniestra, un viejo paño gris que sin duda había visto días mejores. No tardó demasiado en llegar, tras adentrarse entre pasadizos y oquedades, a donde quería: a una simple y ordinaria piedra, una simple y ordinaria piedra con una calavera muy similar a la suya.
El Pokémon frotó su hueso contra su frente y al instante un espectral fuego fatuo se prendió en los extremos de este. Le vendría bien para iluminar el lugar, acto seguido agarró la calavera y comenzó a frotarla con el trapo concienzudamente. Era una tarea complicada, si no se esmeraba las manchas del hueso no desaparecerían y si se excedía quizás el cráneo, que parecía llevar allí mucho tiempo, acabaría fracturado.
Probablemente su entrenador no sabía para que le estaba dando el trapo, el mismo tampoco tenía planeado hacer lo que estaba realizando, no hasta que hace unos días evolucionó.
Quizás esos fuegos verdosos que se encendían a su voluntad, quizás el calor interno que ahora sentía en lugar de las frías y saladas lágrimas que antes recorrían su rostro. Seguro, esa mayor sensibilidad hacia ciertos estímulos era la que le hacía estar ahí.
Miró hacia el cielo de Alola, aún quedaban franjas rosadas en el creciente manto nocturno. Olfateó el cielo, claramente le llegaba el olor a batatas y boniatos asados de la aldea. Miró al cráneo que tenía entre las manos.
—Descansa en paz, mamá.