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No puedo evitar el hecho de que Sakura me hace sentir muy animada y con ganas de que llegue el próximo martes, para responder o publicar, ¡no importa! Tan linda, ¿quién necesita una animadora? (17 Nov 2021
04:08 PM)Katsurane escribió: Puede que me equivoque, pero las palabras serian nagmerrie y domen, pesadilla y sueño respectivamente.
Hahah, probably! ¿Cuáles son las probabilidades de que me cruce con una persona que haya escogido exactamente esas dos palabras en el mismo idioma con la misma intención? Bueno, no estoy 100% segura porque no las guardé, pero sé que fue en holandés, eso sí lo anoté. Junto al danés, es un idioma con el que me gusta jugar mucho, pero fui a averiguar para confirmártelo y descubrí que el holandés ¡ya no existe! Ahora es neerlandés y no me siento muy confiada de él... 
Leer a Kiwi fue llevarme unas risas criminales... Casi muero. Está bien si no le ves lo lindo y tierno, es bastante curioso y entretenido encontrar otras perspectivas.
• Dulce Pesadilla •
¿Caterpie en apuros?
El sol que golpeaba en el claro, más específicamente en la superficie del lago, le otorgaba a la chica fantasma de espaldas al cuerpo de agua un toque angelical e irresistible… al menos esa era la opinión del chacal azul que la observaba, sorprendido de sí mismo ante la exactitud con la cual la había bautizado.
—Entonces… Menmerrie… —los ojos rosáceos lo observaron en su máximo esplendor, teniendo que desviar la vista de aquel brillo—. ¿Qué piensa hacer ahora?
—Ahm… —a pesar de no haberla estado mirando directamente, el Riolu fue consciente del cambio en su estado de ánimo: dejando de sonreír para mantener una actitud cabizbaja.
La fantasmita era fácil de distraer, aparentemente, y se había sumido en sus pensamientos intentando rescatar algo de utilidad, lo que fuera, pero no había nada; su cabeza estaba vacía, su primer recuerdo era de hacía unos instantes y todos sus movimientos fueron impulsivos. ¡¿Qué se suponía que iba a hacer ahora?!
—Yo… —la aludida revolvió sus mechones con el que había tomado la función de brazo, suspirando mientras se resignaba—, no lo sé…
—Su amnesia es fuerte… —meditó para sí mismo Ryner, decidiéndose por volver a trastocar aquel estado de ánimo. Si había una cosa a la que no se podía resistir esa era, sin ninguna duda, una damisela necesitada de ayuda—… Menmerrie… —llevó una mano a su mentón, pensando—, me parece que siempre que la mencione me recordará a las cherry’s.
—Suena dulce —alzó el rostro su receptora, aquellos orbes brillando nuevamente.
—Son cerezas —le informó.
—¡Own~! ¡Me encantan las cerezas! —las puntas de sus mechones se habían enlazado y doblado hacia arriba, simulando unas manos entrelazadas bajo la barbilla.
—¿En serio? ¡Eso es fabuloso!
Menmerrie infló las mejillas y entrecerró los ojos, totalmente segura de que su acompañante le tomaba el pelo, el excesivo tono alegre de su voz fue su delator. Al observar la adorable mueca, el chacal no pudo evitar echarse a reír.
—Discúlpeme, jajaja… Lo lamento, jajajaja —recogió una lágrima que sobresalía de su ojo—. No pude evitarlo.
—Jum —se hundió la menor en su sitio, mirando cómo los mechones cruzados demostraban su desacuerdo.
A punto estuvo, y con gusto, el joven Ryner de comenzar una retahíla de empalagosas y sinceras disculpas cuando su fino oído percibió un sonido distinto atormentando el bosque: era agudo, constante y parecía no molestar a su compañera, pero le perturbaba que el volumen iba en aumento. Empezaba a identificar dónde se movían las ramas y un arbusto se estremeció un segundo antes de ser consciente de qué era lo que pasaba.
—¡¡BUAAAAA!! ¡Ayúdeme, por favor!
Un insecto se prendió de sus hombros y lo zarandeó vehemente, los lagrimones saltaban de sus ojos a mares, presa de una inconfundible tortura. No era que la víctima supiese con certeza que allí iba a encontrar ayuda, sólo tuvo suerte; en su acceso de pánico empezó a volar y entre las cortinas de agua en sus ojos vislumbró una figura en medio del claro, decidiéndose a saltar sobre éste.
El Riolu, en una tiesa pieza, repartía palmadas leves sobre la cabeza del Ledyba intentando inútilmente reconfortarlo, aún tenía los ojos grandes debido a la sorpresa e inspeccionaba sus alrededores preocupado por la ausencia de aquella chica que le carcomía la consciencia. ¿Ahora a dónde se había metido?
—Tranquilícese, por favor, y cuénteme con calma lo que ha sucedido —murmuró automáticamente el mamífero, medio inconsciente por la búsqueda de la fantasma.
—Es mi amiga… ¡ha desaparecido! —sollozó, aferrándose al brazo de su futuro héroe.
—Me temo que la mía también —suspiró el azulado.
Medio desanimado y decepcionado por no haber prevenido las acciones de su nueva amiga, Ryner giró hacia la nueva aparición, otorgándole irremediablemente su atención. Ledyba le había soltado para caer en el suelo, entregándose al llanto con las patitas en su rostro.
—Por favor, no llore —suspiró el chacal haciendo una mueca, maldiciendo internamente su destino—. Explíqueme, déjeme ayudarle —las palabras suaves parecían hacer efecto, ya que el insecto guardó silencio para escucharlo y quitó el obstáculo de su cara para mirarle—. ¿Qué ha ocurrido?
—J–jugaba con K–Kate en la entrada del b–bosque —señaló hacia una dirección mientras hipaba, dándose cuenta entonces de que no tenía ni la menor idea de dónde se encontraba—… t–teníamos una p–pe–pelota, y la golpeó muy, muy f–fuerte… Entonces fui a buscarla… ¡y cuando regresé Kate ya no estaba!
El recobrado y renovado llanto del insecto puso de los nervios al Riolu, quien le permitió desahogarse todo lo que quisiese para poder tratarle con más tranquilidad luego; de momento prefería sondear los alrededores para encontrar a su damita. Mientras observaba las alturas con los ojos entrecerrados, intentando inutilizar su oído porque era opacado por los lloriqueos de aquella criatura que le acompañaba, empezaba a cuestionarse si la fantasmita, por ser una fantasmita, podía desaparecer… eso haría mucho más difícil su encuentro.
Pero todas sus preocupaciones se hundieron como una gigantesca roca en el lago al notar cómo vibraba un arbusto de apariencia excesivamente mullida. Al acercarse pudo percibir el suave, conmovedor y rompe-corazón llanto de la damisela que buscaba. Menmerrie cubría su rostro con los mechones alargados que le servían de bracitos e intentaba ser silenciosa, ignorando que el Ledyba le quitaba protagonismo sin mucho esfuerzo. ¿La razón de su congoja? La cuestión podría mantener en vilo a Ryner hasta encontrarse satisfecho de poder evitarle el sentimiento.
El chacal estiró una de sus manos, tomando por la barbilla a la moradita y haciendo que lo mirase de un suave tirón. Ésta se sobresaltó, hipó un par de veces y parpadeó para alejar las lágrimas de sus ojos, observándolo a su vez.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó con dulzura.
—¡Me estaba escondiendo! —la menor empujó la mano de su compañero, soltándose, enojada por la sorpresa, la cercanía y el sonrojo que podría azotar su rostro.
—¿Por qué te escondías?
—¡Porque me había asustado!
—… ¿Por eso lloras? —ladeó un poco la cabeza, sobrecogido.
—¡No! —mas se sorprendió por la respuesta y se quedó observándola mientras limpiaba su rostro, esperando—. Es muy triste… Perdió a su amiga… Creo que me sentiría igual si perdiera a mis amigos, aunque seguro ya lo hice porque no recuerdo a ninguno —murmuró para sí misma la última oración—. ¡Tenemos que ayudarla! —exclamó con decisión, mirando con ojos grandes a su receptor.
—Pe–pero estoy ayudándote a ti —rebatió, perplejo.
—No creo que mi memoria regrese si nos sentamos a esperar, ¡esto es más urgente!
—¿De qué tanto están hablando? —Ledyba apareció repentinamente junto a ambos, asustándolos. Ryner sólo dio un pequeño bote, pero a Menmerrie se le escapó un chillido, escondiéndose luego tras su amigo azul—. ¿Quién es ella?
—Es mi amiga —explicó Ryner manteniendo la compostura—, parece que vamos a ayudarte —masculló entre dientes, ignorando la alegría del insecto.
—Es una mariquita —susurró la fantasmita desde su resguardo, observando al alado con cautela.
—Soy una Ledyba —dijo ésta con orgullo—, me llamo Leyla, ¡un placer! ¡Muchas gracias por ayudarme!
Cuando los orbes rosáceos vieron que la amenaza se aproximaba, retrocedió cual alma que llevaba el diablo a otro escudo protector debido a que el anterior, el Riolu, fue asaltado por los pequeños brazos del insecto, que le había abrazado por la exultante felicidad que le invadía la ayuda recibida.
Atravesar la frondosa arboleda para llegar a la entrada del bosque y buscar indicios de la criatura desaparecida fue toda una proeza para Ryner con una fantasmita asustadiza y un bicho parlanchín. No podía caminar tres metros sin que su amiga se sobresaltase o soltase algún chillido, parecía la primera vez que se encontraba en medio de la vida natural y, ¿por qué no? Lo era, al haber perdido todos sus recuerdos le tocaba revivirlos de cero.
Abandonar el claro del lago fue una despedida a la tranquilidad que el azulado había conseguido en su purpúrea compañera, fuera de ese lugar en paz temblaba cual gelatina y no dejaba dos centímetros de distancia con el chacal, tampoco le permitía que la ayudara o que alentara sus pasos para tenerla a su lado, decidió ir cubierta a su espalda. El viento entre las ramas la mantenía alerta y cualquier crujido la tensaba, pero, por alguna razón, el Riolu se sentía contento de ser el punto de apoyo de la pequeña.
La entrada a la inmensidad del bosque era un amplio pasillo bordeado de árboles y le seguía un espacio repleto de arbustos donde, entre ellos, el de azul encontró una pelotita de su mismo color.
—¿Aquí era donde jugaban? —preguntó innecesariamente, entregándole el juguete a Menmerrie para que satisficiera su curiosidad.
—Sí —el zumbido de las alas de la mariquita fue la anticipación a su llegada—, creo que la dejé caer cuando descubrí que había perdido a Kate —murmuró.
—¿Jugar? Yo también quiero jugar.
El bote de la pelota al lado del mamífero y el repentino movimiento de un arbusto fue lo único que supo de la huida de la chica. Ryner bufó, empezando a sentirse irritado, y alzó su mirada a las ramas bajas de los árboles, al igual que Ledyba, buscando el origen de aquella voz. Un bulbo rosa de orejas y cola felinas con dos hojas de diente de león sobre la cabeza los observaba desde las alturas con sus ojos amarillos, era llevado por la brisa y aterrizaba de rama en rama, recorriendo la mitad del espacio durante el silencio que mantenían.
—No estamos jugando —informó el Riolu—, buscamos a la amiga de-
—¿Amigos? —fue interrumpido—. Me gusta tener amigos, tengo muchos amigos. ¿Quieren ser mis amigos?
De acuerdo, sin duda alguna aquel ser lo estaba fastidiando. Menmerrie observaba desde el arbusto cómo sucedía la escena y tuvo la impresión de que su compañero estaba cerca de salirse de sus casillas, ¿qué lo habría llevado a ese punto?
—Estamos buscando a Kate —alzó su voz desde su escondite, sin ninguna alusión de que saldría, logrando calmar y centrar nuevamente al chacal.
—Cierto, buscamos a Caterpie.
—Jugaba conmigo aquí a la pelota —añadió Leyla.
—La pelota —repitió el extraño—, ¡esa pelota! —señaló, volviendo a cambiar de árbol—. Juguemos a la pelota, ¡juguemos, juguemos!
Para alivio del chico, ese pequeño problema fue arrastrado por el viento mientras repetía lo mismo: “Juguemos a la pelota, juguemos” hasta ya no escucharlo más. Recogió el objeto azul del suelo y se giró hacia el arbusto de donde había salido la voz de su Menmerrie.
—Bueno, me parece que nos toca seguir buscando, ¿vas a salir de ahí?
—¿Seguir buscando… pistas, como esas?
Tanto Ledyba como Riolu se sorprendieron de escucharla en la punta opuesta, señalando con uno de sus mechones varias bayas aplastadas en el suelo. Las había visto en el momento que rodeó el lugar para esconderse y, aunque sólo era un indicio, era mejor que nada. Los ojos del insecto brillaron esperanzados mientras los del chacal lo hacían por admiración y orgullo, cosa que no duró mucho tiempo.
—¡No empieces, Ledyba, déjala tranquila! —gritó el azulado, siguiendo el camino por el que volaba el bicho detrás de la fantasma a la que quería abrazar.
Forcejeaban, Riolu para contener al bicho y Ledyba por demostrar su afecto, pero como Menmerrie ya no estaba en medio de nada podía distraerse observando los alrededores. Se habían sumergido bastante en el bosque y no estaba segura de cuánto recorrieron inconscientemente, de lo que sí se había fijado era de los arbustos aplastados o los hierbajos doblados; si de algo podía enorgullecerse, era de su capacidad de atención.
—¡Ya basta, Ledyba! —gruñó el chacal, irritado.
—Pero sólo quiero darle un abrazo —se quejó la voladora.
—¡No lo quiere!
—¿Y cómo estás tan seguro? —infló las mejillas.
Algo en la pregunta de la insecto lo molestó, le parecía que le cuestionaba por algo más allá de lo obvio. Fue como si le preguntara “¿quién en el mundo no querría un abrazo?” y, sin duda alguna, la fantasmita no parecía del tipo que odiara esas cosas, ¿verdad?
—Salió corriendo —se forzó a centrarse, no podía permitirle jugar con su mente.
—Técnicamente, salió volando, así que-…
Un sonido los hizo callar y estar alertas. Para sorpresa de Ryner, la moradita no desapareció inevitablemente de su vista, sino que a esa velocidad ultrasónica que parecía tener se acercó a él, abrazándose a su pierna mientras miraba a todas partes. Un sentimiento se abrió paso por su pecho, aquel que despertaba su lado justiciero y protector.
El sonido volvió a escucharse, más alto debido al silencio que mantenían, y al menos el chacal expresó en su rostro el cansancio y el aburrimiento. Sonaba a algo que golpeaba repetitivamente el tronco de un árbol.
—¡Uh-uh!
—¡Una lechuza! —susurró Menmerrie.
—Seguramente sólo son dos salvajes peleando —informó sobre aquel sonido que los hizo callar y no se repitió, al menos las chicas no sabían con quién hablaba.
—¿Sólo dos salvajes? ¿No te parece que conocemos a uno?
El aludido bufó ante esa voz. De entre unos árboles, un arbusto se movió y levantó para sorpresa del bicho y la fantasmita, quienes abrieron la boca al ver a un imponente ciervo en el lugar que anteriormente parecía ser parte de la naturaleza. Al azulado no se le había pasado la sensación de ser observado y ya sabía por qué era.
—Buck… —intentó explicar.
—¡Ryner! —exclamó como si saludara a un amigo, falsa modestia, acercándose—. Creí que habíamos marcado límites.
—No lo entiendes…
—A mí me parece muy claro —gruñó, golpeando varias veces una de sus patas delanteras contra el suelo, la ira gobernando sus facciones.
—No, permíteme explicar… —extendió los brazos al frente en un intento de mantener la calma, aunque secretamente sólo era para continuar con la atención del ciervo en él a medida que se alejaba de Ledyba y su amiga, no las quería en medio de ello.
—¡Ya tuve suficientes explicaciones! —rugió.
Los rosáceos ojos se abrieron al ver como esa cosa gigantesca iba a arrollar a su amigo, sin embargo, todos se paralizaron en sus posiciones cuando un grito agudo y ensordecedor abrumó al bosque, logrando que sus nativos se retorcieran del dolor y chillaran por el fin de esa molestia.
El extraño silencio posterior fue un alivio para los presentes, quienes, sorprendidos y adoloridos a partes iguales, dirigieron su mirada a una única, purpúrea y flotante figura.
—Menmerrie… —murmuró el Riolu, anonadado.
A pesar de que el chacal debería estar doblándose por el dolor de la habilidad efectuada por su compañera, el efecto de la sorpresa absorbió todo lo demás. En cambio, su rival, Buck el ciervo, se removía incómodo en su sitio con el rostro desfigurado en una mueca lastimera.
—¿Esa loca es amiga tuya? ¡Llévatela! ¡Lárguense, no quiero verlos por aquí!
Haciendo caso a la orden otorgada, Ryner empujó a su amiga en la dirección que llevaban, Ledyba siguiéndolos con movimientos un poco erráticos al haber estado más cerca de la criatura chillona. El azulado continuaba sorprendido mientras la moradita se mantenía meditabunda, ambos cuestionando lo sucedido anteriormente.
—No me hizo daño alguno —pensaba el Riolu—, ¿fue para protegerme?
—¡Qué cosa tan atroz! —se quejaba la pequeña—. ¿Lo hice yo?
Tuvieron que detenerse a tomar un descanso tan pronto se sintieron seguros. Ledyba se había tornado cada vez más insoportable y Menmerrie se hundía en sus pensamientos, Ryner no encontraba la manera de traerla de vuelta, así que decidió dejar de arrastrarla entre los árboles y permitirle un momento. La fantasmita empezó a sobrevolar la zona sin saber que lo hacía en realidad, sus ojos estaban más oscuros que de costumbre.
—¡No podemos perder el tiempo! —lloriqueaba Leyla—. ¡Hay que encontrar a Kate!
—¿Tienes alguna idea de a dónde ir ahora? —frunció el ceño el Riolu, deteniendo abruptamente los hipidos del bicho—. No, ¿verdad? Entonces nos detendremos a pensar por un momento.
El silencio a continuación fue incómodo, únicamente llenado por el sonido de las hojas al agitarse por el viento. Al menos, hasta que aquel extraño ruido volvió, el de un objeto chocando contra la madera, pero con un ritmo distinto, como si estuviese tratándose de algún mensaje en clave.
—Me hubiese gustado saberlo antes —soltó el chacal al aire—, quizás así habría podido evitarlo.
El golpeteo volvía, firme e insistente, y la única contestación del compañero azulado era cruzarse de brazos.
—¡Pero lo intenté, Ryner! —se quejó una voz aguda entre las ramas, demasiado aguda para ser de un chico.
—¡Ya tenía sus astas en mi garganta cuando dijiste algo!
—Tu chica no lo dejó —murmuró, recordándole al mamífero el hilo de los acontecimientos.
Para sorpresa del desconocido y extrañeza del bicho, no hubo contestación. El Riolu se detuvo a observar a la aludida, quien encontraba muy interesante a un arbusto, ¿qué estará pasando justo en ese momento por su cabeza? Siempre le supondría un misterio.
—¿Ryner?
—¿Hm?
—Te quedaste callado, amigo.
—… ¿Has visto un Caterpie, Pikep? —se obligó a girar el rostro hacia el espacio en los árboles de dónde venía la voz, tampoco estaba seguro exactamente de su ubicación.
—¿Un Caterpie?
—Sí, estamos ayudando a esta Ledyba a encontrar a su amiga…
—Esas cosas son muy pequeñas para verlas desde las alturas, compadre.
—Tú también eres algo pequeño para verse, querido amigo —pensó.
—¡Ya lo vi! —chilló Leyla.
Pobre del desafortunado Pikep, que casi sufre de un ataque al corazón debido al susto. Aleteó por la sorpresa fuera de la rama, pero le bajó la presión y no pudo mantenerse, por lo que su destino era el suelo tan lejano a su altura.
—Es un pájaro carpintero —murmuró Menmerrie luego de atraparlo entre sus mechones.
El rescatado, la culpable y el amigo pudieron respirar de alivio. Los ojos del carpintero tomaron formas acorazonadas por la chica que lo sostenía, aunque Ryner pudo notar algo distinto en su pequeña y adorable amiga.
—¿Encontraste algo? —le preguntó.
Debajo del pequeño pajarito se encontraba un trozo de tela que Menmerrie rescató del arbusto que estaba revisando. Lo alzó para que pudiese verlo como única respuesta a su pregunta.
—¡Es la manta de Kate! —confirmó Ledyba.
—Ya la encontré —informó la moradita.
Usando un arbusto como escudo, pudieron observar que varios metros más adelante algo parecido a una planta carnívora sobrevolaba un tronco caído que, de un hueco, podía verse temblar una tela de un azul tan claro que podría confundirse con el blanco.
—Es un Carnivine —murmuró Ryner, sorprendido—. Está muy lejos de su hogar, ¿qué estará haciendo aquí?
—Se ve enfadado —añadió Pikep desde el hombro de su amigo, le hubiese gustado estar más cerca de la moradita, pero no había forma.
—¡Kate!
Ledyba no esperó por alguna estrategia, su amiga estaba asustada y necesitaba ayuda, se lo debía, así que sólo se lanzó contra la planta. El resto, entre quejas, le siguieron para que no lo enfrentara sola. El Carnivine observó a la recién llegada concurrencia con asombro, listo para inclinarse hacia la defensiva, no esperaba que el gusano acorralado tuviese refuerzos.
—¡Kate, ¿estás bien?! —sólo el bicho pudo ver el movimiento de la aludida.
—Voy a alejarlo —murmuró el Riolu para sus compañeros—, entonces la toman y vuelven a la entrada del bosque, ¿de acuerdo? —el silencio de Menmerrie no era normal, pero en su mirada se pintaba la pregunta con tanta claridad que no le importaba—. Pikep las guiará.
Sin embargo, no dio ni un paso al frente cuando el tipo planta atacó a quien creyó más sospechoso: la fantasmita. Unas enredaderas deberían envolverla y aprisionarla contra el suelo, mas únicamente la atravesaron como lo que era: un fantasma. Tras parpadear por la sorpresa, ella sonrió, le tocaría cambiar un poco los planes de su amigo. Se impulsó hacia la planta carnívora, deteniéndose abruptamente frente a ella e inclinándose hacia un lado para evitar una braceada, alejándose varios metros para esperar a que llegue a su posición y volver a crear distancia.
—Tsk —el azulado chasqueó la lengua.
—¡Vamos! —le riñó el carpintero.
Ryner corrió al tronco para tomar entre sus brazos a la Caterpie y dar media vuelta, volviendo al arbusto que habían usado como barricada para esperar a su amiga, no la abandonaría allí. Intentó ver dónde se encontraba, pero la zona ya estaba libre de algún depredador visitante como lo era el carnívoro, no obstante, esa duda le seguía picando: ¿qué hacía uno de ellos en el bosque?
—¡Kate! —Ledyba abrazó a su compañera, siendo recibida con gusto.
—¡Leyla! —lloriqueaba la oruga—. ¡Gracias por buscarme, estaba tan asustada!
El chacal se sentía incómodo, desviando la mirada para evitar ser un observador además de oyente, sorprendiéndose al ver a Menmerrie justo a su lado.
—¡Chica! —saltó Pikep en el hombro de Ryner—. ¡Sos fabulosa!
—Entonces… —murmuró ella, en tono tímido—, ¿misión cumplida?
—Así parece —le felicitó su amigo con una gran sonrisa.
Nota: Empecé escribiendo en Mundo Misterioso antes de ser parte del rol de Pokémon, por lo que, aparte de lo que investigaba y no entendía, no manejaba la efectividad de los golpes ni cómo el tipo de un Pokémon afectaba a otro. Pensaba, y sigo pensando, que un fantasma, por ser fantasma, tiene la habilidad de volverse intangible y como escribía más con lógica que con la lógica Pokémon, en este capítulo se puede ver a Menmerrie evadiendo los ataques del Carnivine con su intangibilidad. Pude editarlo fácilmente poniendo que lo evitó moviéndose, pero es un detalle que me gustó mucho y preferí conservarlo. Además de que le sirvió para darse cuenta de que podía ser útil de una manera distinta en momentos de crisis... No lo sé, tal vez creé un movimiento particular para mi historia particular (?)